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(Juan 10,1-10) EL EVANGELIO de la eucaristía del próximo domingo es el texto tan hermoso del Buen Pastor. “El buen pastor conoce a sus ovejas, y ellas conocen su voz”. “El que salta y trepa no es sino un ladrón y un bandido”. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.

Todos estamos llamados a ser signos del buen pastor con las personas con las que convivimos. Especialmente los padres y los abuelos con sus hijos y nietos; los maestros, profesores y catequistas con los niños y jóvenes que tienen encomendados. También al ejercicio del ministerio sacerdotal se le llama trabajo “pastoral”. Los representantes del pueblo y, especialmente, los que gobiernan por mandato del pueblo, tienen también una misión especial de conducirnos por caminos de mayor justicia y verdad. Han de ser signos del buen pastor.

Todos tenemos que hacerlo, pero especialmente los que proyectan dedicarse a la política tienen que pensar cuáles son sus motivaciones últimas y su fortaleza moral. Si en el ejercicio de la función pública vas a poner los intereses propios o los de tu partido por encima del bien común, no te presentes. Si no estás capacitado para gestionar, con ideas nuevas y con honradez, el dinero de todos, el dinero de los pobres, no te presentes. Si sabes que hay algo en tu vida que van a aprovechar para extorsionarte y hacer que tus decisiones sean partidarias e interesadas, mejor no te presentes. Sé que esto es exigente, pero necesitamos políticos honrados y capaces, que miren más allá de las ideologías y que busquen el bien común.

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