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El pregón de la Semana Santa de José Miguel García Asencio será recordado por no ser una disertación vacía, con demasiado ornamentación o floritura, sino con mucho mensaje por haber ondeado el pregonero en todo momento la bandera de la fe. Esta le ha dado sentido a unas palabras que se han convertido en la saeta que no sabe cantar este cofrade nazareno, pero que ni falta que le hace, ya que no se puede trasmitir más con un pregón y hacerlo de la forma más sencilla.

El pregón del que fuera hermano mayor de Gran Poder, el hijo de José y Pastora, no ha sido de muchas declamaciones, no le han hecho falta para trasladar al público el mensaje que quería. Aunque, a este, el público, cuando no se terminan los fragmentos en todo lo alto parece que le cuesta más encontrar el hueco de los aplausos. Tampoco eran necesarios, aunque los ha habido, algunos muy espontáneos y sentidos. José Miguel ha apostado por una narración pausada para decir verdades, las de la realidad del mundo de las hermandades en la que se ha movido en las últimas tres décadas como miembro de junta de gobierno. Y durante la hora larga de exaltación no ha dado puntá sin hilo.

No ha sido un pregón de enumeración de hermandades y devociones, aunque han estado todas, no han faltado ninguna, sino que se ha servido de ellas para compartir con su ciudad cuál es su visión de la Semana Santa, cargada de vivencias y recuerdos, y cómo vive la fe en Cristo, epicentro siempre de sus palabras. Lo que sí ha sido es un pregón muy nazareno, de principio a fin, un pregón de la Semana Santa de Dos Hermanas y para Dos Hermanas, que difícilmente caerá en recurdo.

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Agrupaciones y juventud

Con la Cruz de Guía de su Hermandad, la del Gran Poder, flanquedada por dos faroles y con un exorno floral de claveles rojos, José Miguel García Asencio empezó su pregón, dedicándolo a las agrupaciones parroquiales de la ciudad y a la juventud cofrade, el futuro de las hermandades. A ellos pidió el pregonero, que ha lucido en su pecho la medalla morada y amarilla del Señor de la Madrugá, que no se queden «solo en lo artístico y no banalizar las creencias«, ya que «la realidad de las hermandades es el reencuentro con Jesús, ahí reside su esencia y su única verdad». Por ello, les pidió que «llevasen este mensaje por sus barrios y parroquias» y que proclamasen «nuestro credo, la grandeza del Señor, que somos hijos de Cristo, templo e iglesia». Y es que los barrios de Dos Hermanas son «semillero de la fe con mayúscula y las devociones, los pulmones con los que respira el barrio«, aseguró.

El amor fue una concepto que también destacó en el pregón de mucho mensaje de José Miguel, como «palabra fundamental«, cuyo significado «las hermandades deben llevar por todos los rincones», pero «no solo las bolsas de caridad», prestando atención «a las personas necesitadas y que están en soledad«. Ya que, apostó el pregonero, hay que «mirar más a nuestro alrededor, ya que no todo está hecho por levantar una capilla o una casa de hermandad».

Insistiendo en que las hermandades de Dos Hermanas «son ejemplo para el mundo», al poner en valor el proyecto del Centro de Orientación Familiar, «fruto de la simbiosis de las hermandades, que convierte a las familias en lugar de encuentro con Cristo».

Alegato de la Semana Santa Nazarena

Muy aplaudido fue su alegato a favor de Dos Hermanas y su Semana Santa frente a la tendencia cada vez más presente entre los cofrades de dar de lado las cofradías nazarenas para ver las sevillanas. Muy bonito ese símil de «la madre Sevilla » y la «Dos Hermanas, hija tímida que se sonroja» ante su gran progenitora. Para José Miguel, «nuestra ciudad no necesita mirarse en ningún espejo», ya que «somos nazarenos», pero, cuando llega Semana Santa, «no nos vemos, hemos roto esa convivencia al decantarnos por la capital».

En su repaso a la Semana Grande de Dos Hermanas, en este pregón de mucho mensaje el pregonero se acordó en este año tan especial del Pilar de Montequinto que se estrena como hermandad de penitencia, «ocupando su merecido espacio entre las devociones nazarenas». También se acordó de los 25 años de la Hermandad de la Sagrada Cena, así como de los 40 años de hechura del Cristo de Presentación y los 75, del de Oración.

Palabras al Gran Poder

Especialmente emotivas fueron las palabras dedicadas a sus titulares de la Hermandad del Gran Poder. El Señor que «es siempre misericordia infinita«y en el que reconoció «al Dios de carne y hueso, que en muchos momentos busqué y no encontré». Ese señor, prosiguió, «que necesitamos imperiosamente en nuestras vidas, Jesús, hombre y salvador«. El Señor «de los olvidados, por qué no eres el milagro de cada día, por qué se matan los hombres, por qué seguimos creyendo que Dios no es el mismo para todos… Y tú sigues siendo el Gran Poder, así sufres por este mundo, que te sigue clavando una lanza en el costado en forma de guerra, corona de espinas en forma de millones de desplazados que carecen de lo mínimo para subsistir. Te flajelamos con fuerza y utilizamos el genocidio de millones de personas para fortalecer una llamada raza superior. Misericordia, Señor, y no sacrificio, y esa Cruz que rehusamos, que miramos de reojo, que bien le ponemos a nuestros enemigos, pero cuánto nos cuesta agarrar la nuestra y llevarla con dignidad».

Y entre las devociones nazarenas, en un paralelismo con «las madres de mi pueblo», su Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, ya que, como dijo el pregonero «siempre me gustas de noche, eres mi madrugada eterna«. Cuando «te miro de frente, encarcelada entre varales y cera, en tu perfil, a la diestra, eres calvario de luna llena, y en tu otro costado eres más mi niña de Real Utrera«. Respondiendo a aquellos que dicen que «en la noche tú vas solacostaleros de tu virgen , ¿dicen que tú a ella abandonas? ¡Qué poco saben de vosotros!… y, si alguien dudara que sola tú fueras, en el frente de tu palio, aferrado a ti, este tu fiscal, toda una vida estuviera».

José Miguel García Asencio culminó su pregón de mucho mensaje asegurando que había tocado la gloria, pero no por este día, sino por las personas que tiene en su entorno: su mujer, «con la que he escrito este pregón desde hace 38 años»; a sus hijos, » a los que tanto tiempo les he quitado»; y a su familia. Sólo falta su padre, Pepe Rivas, «este pregón también es tuyo y ojalá algún día me pueda parecer a ti, eso sí sería tocar la gloria». Además de las hermandades, los dirigentes políticos, los directores espirituales… «vosotros sois mi Semana Santa«.

Musicalmente, tres han sido las marchas que han sonado durante el Pregón de José Miguel: Amarguras, de Font de Anta, que es la que siempre lo abre; Macarena de Cebrián, tras la presentación de Enrique Junquera Suárez; y al finalizar, Cristo en la Alcazaba, de Fulgencio Morón. Antes de cerrar el acto los himnos de Andalucía y España. Todas estas piezas interpretadas magistralmente por la Bande de Música de Dos Hermanas Santa Ana.

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