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(Mateo 5, 1-13) EL MENSAJE de Jesús parece muchas veces pensado para otro mundo. En un mundo en el que el odio y el egoísmo no tuviera tan hondas raíces en el corazón de las personas… Pareciera, pero Jesús lo propuso y lo vivió en este mundo, en el que los violentos y los egoístas demasiadas veces triunfan.

Para lucrar y enriquecerse, para tener poder y prestigio, para vivir sobre la superficie de la piel, el mensaje de Jesús no sirve; no hay que ser ingenuos. Seguir a Jesucristo, vivir en intimidad con él, conlleva acoger la sencillez como modo de vida; el buscar el bien del otro por encima, incluso, de nuestros intereses; acoger lo cotidiano de la vida como un gran don, sin estar compitiendo a cada instante con los demás y con nosotros mismos. La intimidad con Jesús, en el seno del grupo de los que lo siguen, nos hace entrar en la serenidad y la alegría de descubrir nuestra vida y a los nuestros como un don cotidiano. ¿Quién puede rechazar esa propuesta?

El sufrimiento y la violencia siguen ahí afuera y no podemos ignorarlo. El sufrimiento se combate con misericordia. Y la violencia… Al que quiere sacrificar a los más débiles a su voluntad de poder o de placer se combate con la fortaleza y con la justicia de muchos… y, cuando llega el momento, con la cruz. Nunca con el odio, nunca con más violencia, ni para afrontar al violento; nunca convertirnos en el espejo de lo que queremos combatir.

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