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Jn 1,6-28

  • ZACARÍAS me ha dicho que él presiente que nuestro hijo va a tener una gran misión en la vida. Que no será un hombre cualquiera. Que será como uno de los profetas del Altísimo.
  • Todos los niños serán personas con una misión importante en su vida. Dios que nos creó de la nada no hace nada sin motivo. Tú y yo también tenemos una misión, Isabel.
  • Nosotras somos mujeres. ¿Qué misión vamos a tener? Si ni siquiera se preocupan de que sepamos leer las Escrituras.
    -Tú ya tienes la misión de educar a un profeta; ¿no has dicho eso? ¿Qué puede haber más importante que colaborar con la voluntad de Dios? Un profeta ha de ser fuerte y valiente; tierno y veraz; capaz de denunciar la hipocresía y de consolar al que sufre. ¿Esa es misión fácil?
  • Ojalá sepa educar así a mi hijo: fiel a Dios y con un corazón bondadoso.
  • Yo también tengo la certeza de que mi hijo será alguien muy importante. No me preguntes por qué, pero será así. También mi misión será que crezca en sabiduría y en gracia. Nosotros no sabemos los caminos de Dios. Solo cada persona en diálogo personal con el Altísimo y acogiendo su presencia en la vida puede ir sabiendo qué es lo que Dios le pide. Que nuestro cariño constante sea la puerta abierta al amor de Dios en su vida; que nuestra integridad y sinceridad sea transparencia por la que Dios pueda hablarles.
    El hijo de Isabel supo que era la voz que clama en el desierto. El Hijo de María escuchó del cielo: “Este es mi Hijo amado; escuchadlo.
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