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(Is 35,1-10) LAS LECTURAS que se proclaman en las eucaristías del adviento tienen tres referencias fundamentales: Juan el Bautista, María de Nazaret y el profeta Isaías. Gran parte de las lecturas del adviento son de este profeta, que no solo muestra una experiencia profunda de Dios, sino que es uno de los mejores poetas de toda la historia de la literatura universal. La experiencia de Dios hace descubrir y apreciar la belleza del mundo.

Algunos textos del libro de Isaías se enmarcan en el pequeño reino de Israel, que rodeado de grandes potencias, tiene que mantener un difícil equilibrio para no ser campo de las batallas de los grandes imperios. Otros textos reflejan la situación de deportación y esclavitud que sobrevino después de la guerra, que los gobernantes de Israel no supieron o no pudieron evitar. Como por desgracia le ha ocurrido a la martirizada Ucrania. Los cantos esperanzadores de Isaías levantaban el ánimo de aquellos que, privados de todo, solo tenían ya su fe en el Señor de la historia.

Por eso, todos los que ahora sufrís y os sentís desbordados por las circunstancias, no perdáis la fe. Isaías lo profetizó, la salvación de Dios es como la flor del narciso que florece en el mismo invierno. Los problemas no se resolverán todos por arte de magia, pero guardar en el corazón la hermosura de un amor que con misericordia nos acaricia es un tesoro que nadie te puede arrebatar.
¿Quién está solo teniendo a Jesucristo en lo más íntimo?

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