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(Marcos 9,30-37) VIVIMOS UNA PROFUNDA crisis de ciudadanía. Una sociedad democrática necesita una estructura institucional adecuada, pero la más perfecta de las Constituciones sin una ciudadanía informada y consciente, sin unos líderes honrados y capaces, acabará en la autodestrucción.

Ni nosotros, por lo común, somos esos ciudadanos, ni a nuestros líderes les adornan esas virtudes. No estamos bien, pero podemos ir a peor; la polarización política y el poder de los partidos ha de encontrar enfrente la sensatez y el sentido de realidad de muchos.
Por ello necesitamos cristianos que asuman la tarea de ocuparse por los asuntos de todos: resolver los problemas de la falta de trabajo, las carencias de la sanidad y la educación, el cuidado del medio ambiente. Cristianos que busquen, no ser servidos, sino servir; personas que lleguen a un puesto de responsabilidad con experiencia de vida, conscientes de que han de estar atentos a lo que necesita su pueblo y a las oportunidades que se pueden ir abriendo.

De un millón de quejas y críticas desesperanzadas nada sale. Cada uno hemos de encontrar la tarea y el servicio al que Dios nos llama.

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