Rosario Izquierdo acaba de publicar su tercera novela, Lejana y Rosa, en la que explora en la memoria de una mujer joven que regresa a su adolescencia. Esta escritora y socióloga onubense lleva años afincada en Dos Hermanas, donde actualmente imparte un Curso de Escritura Creativa en la Universidad Popular.
Publica su tercera novela, Lejana y Rosa. ¿Estamos ante su confirmación como novelista?
No sé bien. Son cosas que se suelen decir cuando ya hay más de una obra publicada y la acogida ha sido buena. Pero, en todo caso, no me corresponde a mí decirlo. La confirmación que más me importa es la de seguir escribiendo.
¿Cómo presentaría Rosario Izquierdo al público Lejana y Rosa?
Es una exploración en la memoria de una mujer joven (36 años) que regresa a su adolescencia. Allí se encuentra con las inquietudes que tenía entonces, cuando indagaba en la historia de su pueblo minero, vivía sus primeras relaciones sentimentales y se abría a la escritura. En estos pilares se sostiene la novela.
¿Es esa indagación en la historia, ese paseo por las décadas 20 y 70, una de las principales novedades de esta nueva novela?
La novela se estructura en torno a esos saltos que me han permitido jugar con el tiempo en la narración. Ésta se proyecta desde el presente (año 1999 en la novela) para rastrear en los años 20, de colonización británica de las minas, y en los 70, los años de la transición política española.
Una mujer, un pueblo del sur de España con una explotación minera… ¿Vuelve a haber mucho en este libro de la Rosario Izquierdo mujer?
Supongo que sí. No concibo desligar la escritura de la experiencia personal. Como sabes, soy de las Minas de Riotinto pero, aunque me baso en hechos históricos reales y la novela está escrita en primera persona, no es autobiográfica. He fabulado mucho, tanto en la trama como en los personajes. Además, invento toda la toponimia de los lugares mineros y el paisaje tiene mucho peso: casi un personaje más.
“La confirmación que más me importa es la de seguir escribiendo”
¿Ha habido mucha evolución en su escritura y las historias que le gusta transmitir desde aquel Diario de Campo, su primera novela, en 2013?
No sé si mucha. Escribo desde niña y Diario de campo se publicó a mis 49 años, así que más o menos está asentada en mí una manera de mirar y de contar. La escritura es un proceso de exploración continua y es bueno que permanezca en movimiento y busque salidas nuevas.
En su anterior novela, El hijo zurdo, dijo que había encontrado en Comba una editorial interesada en su obra. ¿Sigue por buen camino esa buena relación?
Sí. La prueba es haber publicado Lejana y rosa en Comba, dos años más tarde.
¿Cómo está viviendo estos tiempos complicados, sin presentaciones, para hacer llegar al público su literatura?
Tengo el desánimo propio de la situación que vivimos ahora, sin saber cuándo podremos hacer presentaciones presenciales del libro. Se vive la salida del libro en un aislamiento que no es el habitual. Me gustaría mucho presentarlo en Dos Hermanas y Sevilla, celebrarlo con la gente, pero hay que esperar a que la situación provocada por la pandemia se normalice. De momento lo movemos por las redes, y no hay previsto hacer nada online.
Supongo que nunca deja de escribir, pero ¿en qué historias está enfrascada en este momento? ¿Ya piensa en nueva publicación?
Estoy metida en otra novela para la que vengo tomando notas desde hace tiempo, pero es pronto todavía para hablar de ella. He publicado dos muy seguidas y no tengo prisa alguna por publicar ahora. Es tiempo de recogimiento, de escritura.