Hoy, un ruego

Mt 23, 1-12

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difícil misión la del sacerdote. Representar a Jesucristo delante de la comunidad cristiana es una misión más que difícil, imposible. Los sacerdotes, como cualquier persona, somos débiles y tenemos defectos; nos vienen días de desánimo, como a todos; nos pueden, a veces, las tentaciones de la acidia o la soberbia. Y, pese a todo, se nos pide representar en la celebración de los sacramentos y, también, en nuestra vida la misericordia y la bondad del Señor.
Una misión tan desbordante requiere de mucha humildad y entrega de nuestra parte. Pero también de mucha comprensión de la vuestra. De curas jóvenes somos impulsivos e inmaduros; en la madurez vital, tenemos la tentación de volvernos un poco escépticos y descreídos de la naturaleza humana; en la vejez, como todos los abuelos, podemos contar cien veces la misma anécdota, la misma idea, tener incluso manías de viejo. Por eso siempre necesitaremos de vuestra indulgencia y vuestra ayuda.

Pedidnos con tacto que os prediquemos el Evangelio, porque al preparar esa predicación estaremos alimentando nuestra vocación y cimentando la consagración de nuestra vida; pedidnos que os acompañemos a visitar y a escuchar a los más pobres, a los que más sufren, porque sin la cercanía a los pobres nuestro ministerio se vuelve burocrático y nuestra vida aburguesada; alentadnos a celebrar la eucaristía de cada día con devoción y silencio.
No lo olvidéis, necesitamos vuestro respeto, vuestra comprensión y vuestra ayuda.

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