1892-1970. La huerta de San Carlos

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1892-1970. La huerta de San Carlos

En el pago conocido como Cantaelgallo, al pie de la línea férrea de Sevilla a Cádiz y donde en la actualidad se levanta la barriada de El Chaparral, existió a principios del siglo XX una extensa huerta que llevaba el curioso nombre de San Carlos.

Se trataba de una propiedad de 18 aranzadas de extensión, con varios caseríos, un pozo con noria, alberca, numerosos árboles frutales (principalmente naranjos, en su variedad de dulces y agrios), eucaliptos y varios olivos de aceituna gordal. Su propietario era un personaje que jugó un papel destacado en la Dos-Hermanas de la transición del siglo XIX al XX: don Jesús Legallois de Grimarest y Villasís.

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Había heredado don Jesús la finca en 1892 de su madre, doña Concepción de Villasís y Aguado (c.1824-1891). En esas fechas, se trataba de una simple suerte de olivar que Grimarest se encargaría de transformar en una huerta de naranjos, pues era en esa época un cultivo en boga, que daba pingües beneficios. Pero, al mismo tiempo, también pensó destinar la huerta a otros fines, aprovechando la riqueza acuífera de la zona (recordemos que Dos-Hermanas tiene la particularidad de tener gran cantidad de agua subterránea almacenada). Creía Grimarest que sería un gran negocio abrir un establecimiento de aguas minero-medicinales en ese lugar. No olvidemos que en los inicios del siglo XX estaban muy de moda los balnearios en España, acudiendo a ellos lo más granado de la sociedad.

Las primeras intervenciones que se efectuaron en la finca con vistas a transformarla en balneario se llevaron a cabo en marzo de 1900. Entonces, se pidió licencia para poder construir a tres metros de la línea del ferrocarril una puerta en el muro que lindaba con la vía. Poco tiempo después, muy probablemente en 1901, comenzó la construcción de un peculiar y, a la vez, espectacular edificio de estilo neomudéjar para albergar el mencionado establecimiento de aguas minero-medicinales. Si bien se desconoce el autor de las trazas del edificio (pudo ser José Solares, arquitecto que residió durante ciertas temporadas en su villa de recreo de Dos-Hermanas y buen amigo de Grimarest), sí se sabe que en las obras intervino el maestro alarife nazareno Juan López Tristán. Afortunadamente, se conservan del inmueble algunas fotografías que muestran su verdadero esplendor.

Destacaban sobremanera los bellos artesonados de corte mudéjar que decoraban el recibidor. Asimismo, merlones sirios recorrían el edificio que presentaba una planta rectangular y tanto la fachada principal como la posterior poseían una destacada puerta de acceso con un gran arco de herradura polilobulado. Un amplio paseo arbolado (bautizado en 1906 avenida de Vázquez de Mella) conectaba la cancela de acceso a la finca (que daba a la actual calle Cerro Blanco) con el edificio neomudéjar, pensado este último, como ya hemos dicho, para atender a los clientes que vinieran a tomar las aguas, pero también como vivienda del propietario. En 1903, las obras de construcción del edificio neomudéjar estaban más que finalizadas.

1892-1970. La huerta de San Carlos

Para que la finca, que estaba situada en las afueras de la población en esas fechas, no estuviera tan aislada, Grimarest fomentó e impulsó la creación del actual barrio de San Sebastián (construido en buena parte sobre terrenos de su propiedad, por lo que también ganó dinero, que destinaría a la financiación de su proyecto del balneario), la restauración de la capilla del mismo nombre, la creación de la avenida de la Cruz y de la plaza de toros de Dos-Hermanas y, por último, el traslado del recinto ferial al pago de Cantaelgallo. En 1905, y gracias a la Guía de Sevilla y su provincia, tenemos constancia de que el establecimiento de aguas minero-medicinales estaba en funcionamiento. En esa publicación vemos la siguiente referencia: “Aguas Minero-medicinales (Establecimientos). “Huerta de San Carlos”. Propietario: Don Jesús Frimarest (sic)”. Y un año más tarde, en mayo de 1906, don Jesús organizó un almuerzo en esta finca en honor del líder carlista Juan Vázquez de Mella, evento que fue recogido ampliamente por la prensa nacional, lo que le benefició desde el punto de vista publicitario. Sin embargo, el proyecto del establecimiento de aguas contó casi desde el principio con innumerables inconvenientes y, al final, Grimarest no tuvo más remedio que abandonarlo, después de haber invertido buena parte de su hacienda.

Para 1909, los gastos de mantenimiento de la finca eran enormes y el negocio apenas daba beneficios. Grimarest, en una situación económica complicada, no tuvo más remedio que vender. Este fue el principio del fin de este magnífico edificio. El nuevo dueño fue el sevillano Matías Óñiga, quien en septiembre de 1909 pidió al ayuntamiento licencia para cerrar con un muro de un metro de altura y otro de pilares de hierro y alambres de espino “una finca de la propiedad de dicho Señor denominada San Carlos”. Tiempo después, en julio de 1913, falleció en esta finca don Antonio Armero Manjón, hermano del conde de Bustillo y sobrino carnal de la famosa condesa de Lebrija.

A partir de esa fecha, apenas se tienen datos de la huerta de San Carlos. A mediados del siglo XX la finca estaba en manos de la familia Parladé Escobar y en la década de los años 70 se construyó la actual barriada de El Chaparral, perdiéndose irremediablemente una emblemática huerta nazarena, el sueño de don Jesús de Grimarest.

{xtypo_rounded3}¿Por qué se llama ‘de San Carlos’?
Conocido es el pensamiento de don Jesús de Grimarest, ferviente defensor del carlismo tradicionalista y de los derechos dinásticos de don Carlos María de Borbón, autotitulado Duque de Madrid y pretendiente al trono de España con el nombre de Carlos VII. Grimarest participó de manera activa en la III Guerra Carlista (1872-1876) luchando por aquellos derechos al trono del pretendiente carlista. Terminada la contienda, abandonó las armas, pero continuó de manera incansable aquella lucha, primero defendiendo los derechos de Carlos VII y, desde 1909, los del sucesor Jaime III. Tal fue la ‘veneración’ que sentía hacia el Duque de Madrid, que bautizaría a su nueva finca huerta de San Carlos.{/xtypo_rounded3}

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