Ahí,
donde las luces de los barcos desaparecen
en el horizonte remoto,
en el vacío de la existencia
donde el tiempo guarda su mejor tesoro.
Donde el amor invade todo el espacio
sin atender a ningún otro argumento.
Sin la juiciosa presencia de la palabra,
sin la pesada carga de los cuerpos,
la marea no baja
dejando al descubierto los deseos frustrados.
Donde jamás tienes que pedir perdón
por tener la botella del ánimo vacía.
Entonces ahí,
en el más allá nos encontraremos,
recordando nuestros recuerdos
reviviendo la complicidad, la felicidad,
liberados de esta vida mortal.
Ahí, en ese lugar donde al fin acabaremos
depositados definitivamente juntos para siempre,
ahí, donde la llama del amor será eterna;
donde encontraremos la perdida ternura
de nuestro primer beso.
Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal. Mª. Teresa de Calcuta.