(San Mateo 3,13-17) EL PAPA Francisco nos ha regalado muchos gestos evangélicos y muchas palabras iluminadoras que a todos nos han alegrado. En los meses que lleva en el ministerio de presidirnos en la fe y la caridad nos ha mostrado el rostro de la Iglesia atenta a los débiles, comprensiva con todos, ofreciendo el rostro paterno de Dios, que es el que Jesucristo nos ofreció.
Hace pocas semanas dio a conocer, en una reflexión amplia, la experiencia de fe de la que brotan sus actuaciones y de su forma de ver el mundo. Está, como todo, en internet (también en las librerías). Se llama “Evangelii gaudium”, es decir, “La alegría del Evangelio”, y todos tendríamos que leerla. Está escrita para todos, con un lenguaje sencillo y con reflexiones personales que a todos pueden ayudarnos.
Entre otras cosas nos dice que la Iglesia tiene una necesidad urgente de transformación y de reforma. El Papa Francisco es una persona alegre, y nos dice que todas las personas del mundo necesitan la alegría que aporta Jesucristo a nuestras vidas. La alegría de Jesucristo, su consuelo, su perdón, su fortaleza, su sensibilidad para con los más pobres y los que sufren… su Vida es imprescindible para la humanidad. Exhorta a toda la Iglesia a asumir una conversión para poder ofrecer a todos la alegría de Jesucristo.
El próximo domingo escucharemos el evangelio del Bautismo de Jesús, que fue el momento en el que pasa de vivir en Nazaret una vida sencilla a asumir la misión de anunciar el Evangelio a todo el pueblo de Israel y a toda la humanidad. Es una invitación a pensar qué tenemos que cambiar en nuestra comunidad para que el Evangelio llegue a todos, a los más pobres, a los más alejados.