Con derecho en igualdad
y la pluma por bandera
vuelve a llenar con su estela,
su discurso y sus detalles,
aquella acera que, en tiempos,
le fuera prohibida al viento
y hoy se anima en pasacalles.
Pudiera pensarse al verlos
que, otra vez, son los de siempre:
ese show cuasi-circense
del marica y la lesbiana,
que vuelve a sacar los sones
manidos y comodones
pasando por Dos Hermanas.
Pero me paro… y lo pienso…
Pienso en que son, de antemano,
un grupo de ciudadanos
alabando su existencia;
un puñado de personas
que reivindica y razona
con la fiesta por querencia.
Pienso en ellos, que ahí están,
y reparo en los bocazas
que gustan de la carnaza,
la etiqueta y el prejuicio,
y que apenas dicen nada
tragando mierda enlatada
y obviando su desperdicio.
Por eso, desde la glosa,
vaya aquí mi enhorabuena
al otro, —de la otra acera—
que demuestra hablar sincero:
ejemplo de libertad
que engrandece una ciudad
al surcar su callejero.