Cada día que pasa nos encontramos con un nuevo caso de malos tratos y a tenor de lo visto en los informativos casi a diario, la sociedad no tiene la menor duda de que la mujer es la eterna víctima de esta lacra repugnante. Pero lo peor de todo llega en algunas ocasiones cuando es hallada muerta a manos de su cónyuge, dejando tras de sí años de un amenazado silencio y toda una relación tortuosa de abusos y sufrimiento.
Para evitar esta situación, se puso en marcha la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, una serie de principios rectores que podrían resumirse en dar amparo y protección frente al maltrato y que parece estar dando sus primeros resultados satisfactorios. Por eso me gustaría centrar mi atención sobre un pequeño enunciado de esta ley, es muy breve y dice así: “…la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres…”, tras leer esto se da por hecho la inferioridad del sexo femenino en este tipo de situaciones, reafirmando la mala intención del hombre en la mayoría de los casos. Pero sepan ustedes que no siempre es así.
¿Se han preguntado alguna vez qué ocurriría si la mujer no utilizara los recursos que le ofrece esta ley para proteger su integridad física y moral, sino más bien para aprovecharlos como ventaja incuestionable y sacar partido en beneficio suyo? Y todo ello sin que ni siquiera aparezca el elemento base, el citado maltrato.
Permítanme que yo les responda a esta delicada cuestión y como ejemplo les pondré el caso real de un joven de nuestra ciudad, que hace unos meses pasó en un segundo de ser un vecino normal a un maltratador a ojos de todo el mundo.
Su entonces mujer interpuso una denuncia por malos tratos. Como en su cuerpo no existía indicio alguno de palizas, porque jamás se habían producido, alegó maltrato psicológico, que también está recogido en la ley que nos ocupa. Esta joven, aconsejada en todo momento por su padre, fue exprimiendo al máximo todas las posibilidades recogidas en este artículo, con el único fin de dejar a su marido en la calle, con lo puesto y con una “cruz al hombro” que no le correspondía cargar. Y lo consiguió.
Sólo era cuestión de un momento, porque instantes después, dos agentes de la policía invitarían a este nazareno a marcharse de su hogar en mitad de la noche, esposado como un delincuente y con el cartel de malo sellado en la frente como única explicación. Si la justicia funcionase así de rápida para otros menesteres, otro gallo nos cantaría.
No les voy a narrar lo que esta “señora” alegó en su declaración ante el juez, optaré por callármelo, me produce vergüenza ajena ver hasta dónde puede llegar la maldad de una persona. Sí les diré que se quedó con su vivienda, reservada para el primogénito que ambos tienen en común hasta la mayoría de edad y que no hace falta que les reseñe que pensaba disfrutar ella, claro. Todo el mundo quiere un hogar sin tener que pagar la hipoteca.
Maltratador y toxicómano, porque también era adicto a las drogas, al menos así lo confesó ella cuando detalló ante el tribunal que tenía que trabajar para poder costear los vicios de su marido, algo que me sorprende porque quienes la conocen bien saben de sobra que nunca ha dado un palo al agua. Les confieso de paso que no tenía conocimiento alguno de las ventajas a nivel laboral que puede llegar a tener una víctima de malos tratos, curioso.
Y podría seguir con muchísimas más cosas, pero como he dicho anteriormente, la cortedad me puede.
Me gustaría invitarles ahora a la reflexión sobre lo que acaban de leer, sobre el hecho de que cada vez haya más hombres denunciados por maltrato que nunca han levantado la mano a nadie y lo más grave, que el número de mujeres que mienten ante la ley para su agasajo personal aumente considerablemente. Esta actitud en ellas no merece castigo, si les sale la jugada, bien, y si no, no pasa nada. Creo firmemente que no es justo.
Afortunadamente para este buen ciudadano se acabó el calvario, la justicia esta vez se ha dado cuenta del engaño y ha sabido reaccionar a tiempo. Sin derecho a apelación, esta chica se ha marchado de rositas, la treta no le ha funcionado, pero eso es lo de menos, porque a ninguna mujer de estas la rectitud de un juez le ha parado los pies y les ha recordado que con esta manera de proceder solo ahondan más la herida a las víctimas del maltrato, las que sí son injuriadas de verdad.
En este terreno tan delicado como es la violencia de género, se debe saber muy bien hasta dónde se puede llegar o hasta dónde se puede hablar, sobre todo ante quienes lo han sufrido en sus propias carnes. Hay infinidad de maneras de herir a una persona, quedando en un segundo plano si se es hombre o mujer. Eso no importa tanto cuando has de vivir para siempre encadenado al mal recuerdo de unas esposas en tus muñecas, a la incertidumbre de interminables horas en un sucio y oscuro calabozo, a tener que aparecer ante los que te quieren de verdad amordazado como un ladrón, caminando cabizbajo hacia un atril para intentar defender lo poco que te hayan dejado de integridad como buen ciudadano, padre y mejor persona.