Hoy se ha roto el cielo, los cielos de mi tierra lloran de pena, los sentimientos fluyen incontrolables, hoy se desgarra mi corazón.
Un amigo me comenta que a la Señora de la calle Melliza, le ha salido una estrella más, y que en Las Infantas, a su Reina le ha aparecido una lágrima más en su angelical rostro.
Otro me comenta que este año en la Sagrada Entrada a Jerusalén se le ha visto un nuevo apóstol, justo detrás de la palmera, y que es el mismo que en Las Infantas, de cirineo, va ayudando a cargar en su tercera caída la pesada cruz de nuestros pecados.
Hoy solo se me ocurre dedicarte esta oración…
Padre mío, ahora que las voces se silenciaron y los clamores se
apagaron, aquí al pie de su cama su alma se eleva hasta Ti para
decirte: creo en Tí, espero en Tí; te amo con todas mis fuerzas.
gloria a Ti, Señor.
Deposito en tus manos la fatiga y la lucha, las alegrías y desencantos.
De esta vida que quedó atrás, si los nervios le traicionaron, si los
impulsos egoístas le dominaron, si dio entrada al rencor o a la
tristeza…, perdón, ¡Señor! Ten piedad de él.
Si ha sido infiel, si pronunció palabras vanas, si se dejó llevar por la impaciencia, si fue espina para alguien, perdón ¡Señor! No quiero esta noche entregarme al sueño sin sentir sobre su alma la seguridad de tu misericordia, tu dulce misericordia enteramente gratuita, Señor.
Te doy gracias, Padre mío, porque has sido la sombra fresca que le ha cobijado durante toda esta vida. Te doy gracias porque -invisible, cariñoso, envolvente-, le has cuidado como una madre, a lo largo de estas horas.
Señor, a su alrededor ya todo es silencio y calma. Envía el ángel de la Paz a esta casa, relaja sus nervios, sosiega su espíritu, suelta sus tensiones, inunda su ser de silencio y serenidad.
Vela sobre él, Padre querido, mientras se entrega confiado al sueño, como un niño que duerme feliz en tus brazos.
En tu nombre, Señor. Federico, amigo mío, descansa tranquilo.
Así sea.
En memoria de Federico Romera, hermano, amigo,padre y esposo.
Descanse en paz.