Fines y medios

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(Marcos 9,37-42) “Si quieres los fines, quieres los medios”; podría decirle un abuelo a su nieto, y no le faltaría razón al anciano. Se perdería una gran lección el chiquillo si no lo escuchara. Sin embargo, es una de las enseñanzas que más trabajo nos cuesta asimilar. Vivimos, muchas veces divididos, escindidos, perdidos; queriendo unas cosas y haciendo lo contrario de lo que a ellas nos conducen. ¿No vamos a vivir continuamente frustrados?

La explicación no es difícil. Asumir los medios supone el esfuerzo cotidiano, la renuncia diaria, el gesto de valentía que no sabemos cómo va a acabar. Asumir los medios supone vivir en la cotidiana novedad del que avanza caminando, contemplando el horizonte siempre lejano, pero acercándose a él contemplando, también, todos los detalles del camino. Querríamos tenerlo todo y ya; no sé si sería conveniente, pero la vida no es así. La vida, la verdadera, está hecha de cotidianas alegrías, de cotidianos sacrificios, de cotidianas valentías, de cotidianos sufrimientos, de cotidianos gestos de amor.

Por eso es imprescindible saber con claridad qué queremos y a quién vamos a entregar nuestra vida. Sí, has leído bien. Lo más importante de nuestra vida es saber a quién se la vamos a entregar. La vida que no entregamos se pudre, como el agua que no corre, que se estanca, y ya no se puede beber. Tener una carrera, tener estudios, tener cualidades importantes que llenen de admiración, tener dinero… No está mal lo que tienes, pero con todo eso qué estás siendo. ¿Qué persona estás llegando a ser? Desde las inmensas posibilidades que la Vida te ofrece, ¿qué realidad estás viviendo?

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No te respondas tú. No preguntes a quien tiene sólo opiniones, pregunta a quien tiene la Vida. Pero, dale tiempo para conversar.

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