Paco Peralta

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Pasaba el otro día por la calle Santa María Magdalena hacia el centro, cuando por la acera de enfrente me llamó la atención la figura de un hombre de mediana edad que reconocí por su característico caminar y que en unos instantes me transportó a mi ya lejana juventud.

Me devolvió al campo de fútbol de la U.D. Bellavista, a la constancia de los entrenamientos diarios, al valor del trabajo en equipo, al sacrificio y al esfuerzo que son necesarios para tener opciones de alcanzar un objetivo, me llevó como en un flash, a las series de velocidad y abdominales, a las pachanguitas de los jueves, a los ensayos de faltas con barrera, a cubrir la subida de un compañero que progresa por la banda, y todo ello, de una forma dialogada, amena y entretenida, aprendiendo y jugando a la vez.

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Hoy, mis hijas también tienen sus entrenadores y entrenadoras, y aunque los tiempos son distintos y la oferta deportiva ha variado muchísimo; yo sólo tenía la opción de echarme las rodillas abajo, un domingo sí, y el otro también, en un campo de albero, y ellas pueden hacer piruetas en un tapiz de gimnasia rítmica o restarle segundos al cronómetro en cualquiera de nuestras piscinas, hoy, como decía, afortunadamente la educación y la formación que reciben mis hijas de la mano de sus entrenadores, puedo decir con satisfacción, que sigue siendo la misma, que hace ya unos cuantos años me transmitió a mi este hombre de pelo rizado.

Por eso, a Chari, Arancha, Vanesa, Noelia, Lucas, Manolito y por su puesto a Paco, como entrenadores de Dos Hermanas, un millón de gracias y enhorabuena por vuestra labor.

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