(Marcos 14, 12-26) Las personas tenemos necesidad de símbolos que muestren que algunas experiencias que vivimos son más grandes que nosotros mismos. El nacimiento de un hijo es una de ellas; y, por ello, aunque uno no quiera ser religioso siente la necesidad de vivir entre los suyos, lo grande que es ser padre o madre. Tan necesarios son los símbolos religiosos que hasta los que rechazan la religión los necesitan.
Los cristianos cada semana estamos invitados a una celebración que desborda y expresa lo que vivimos: la cercanía del mismo Dios a nuestras vidas. En un poco de pan y vino Jesucristo quiso que hiciéramos memoria real de su intimidad con la comunidad cristiana y con cada creyente.
Acercaos en familia a la eucaristía; participa con fe de la celebración de cada domingo; escucha el evangelio, reza en comunidad, entra en comunión sacramental con aquel nazareno que es el Sentido y el Fundamento de todo lo que existe.
Cuando vayas a misa ten en cuenta que entras en lo más sagrado de tu vida; desde que entres en la iglesia reconoce la presencia del Dios de la Vida, que te acoge. Cuando vayas a misa escucha con atención su Palabra; vive con sinceridad tu oración; abre el corazón para que brote la fuente del amor que te constituye y riegue, así, silenciosamente toda tu existencia. Cuando vayas a misa vive intensamente el amor de Dios, para que cuando salgas puedas vivir, también con intensidad, al amor al prójimo.
Si quitamos de nuestra vida los sacramentos de la vida, ten por cierto que nos inventaremos algún rito que será manipulación o estupidez.