Pocas veces el tinte del fracaso
desdibuja la esencia —retorcida—
y estruja la querencia de la vida
tal que lo hace el maltrato: tiro raso
que torna bella luz en ciego ocaso
y campa a sus anchas por la herida
abierta a bofetones sin medida,
podrida en sinrazón a puñetazos.
Así, muchas borraron su destino
quedando como piedras del camino,
segadas sin derecho a atardecer,
matadas desde siempre, —mala suerte—
atadas a la huella de la muerte
y al hombre que le pega a una mujer…


























