( Pasión según San Mateo) acercarnos a quien sufre nos sella la boca. El sufrimiento ajeno nos acerca a la intimidad del otro de una manera especial e inexplicable. Nos desarma. Nos derrota.
La contemplación de la pasión de Jesucristo, en la que podemos contemplar todo hombre y toda mujer que sufre en el mundo, tiene la virtualidad de hacer que callen nuestros razonamientos y que se abra el corazón.
¿Cuánto nos ama para entregarse así a la muerte? (…) ¿Qué crueldad no sigue existiendo en nosotros para consentir tanta explotación y tanta pobreza? (…) ¿Qué hacer, Señor; qué puedo hacer yo para no vivir en la indolencia cómplice, en el olvido culpable?
Los “profesionales” de nuestra Semana Santa, a base de desvivirse en detalles sin importancia, pierden la profundidad de lo que en ella se representa, a Dios sufriendo. Los sencillos sí lo ven y lo contemplan.