Los nazarenos se echaron a la calle como si fuera un día festivo, sacando sillas a las puertas y abarrotando la carretera
Las calles de Dos Hermanas presentaban ayer un aspecto casi festivo. El ciclismo ha arraigado fuerte y la llegada del pelotón llevó a los vecinos a las puertas de sus casas, pertrechados con sillas y otros asientos para ver pasar a los corredores. Al paso de los autos que preceden la carrera, los nazarenos se enteraron a gritos de que no hay escapados, que el pelotón llega compacto, lo que causa cierta desilusión.
Pero pocos se esperaban lo que ocurrió a continuación. A la altura de la Venta El Fielato, un perro sin dueño eligió el justo momento de paso de los primeros ciclistas para cruzar por mitad de la calle. Tras caer el primer corredor, los que venían detrás, al no poder frenar, tropezaron y cayeron también, provocando el espectáculo de una veintena de ciclistas amontonados en medio del viario. Enseguida el público se repuso de la sorpresa y muchos ayudaron a los corredores a incorporarse.
Aunque sin duda esta caída cambió el devenir de la carrera (ya que se formó un grupo de cabeza de cuatro corredores), ésta continuó sin más accidentes hasta Sevilla. La carrertera entre nuestro pueblo y la capital presentaba un ambiente que recordaba al de la pasada romería. A ambos bordes se apostaba un hormiguero humano y las ventas y ventorros aparecían macizos de personas. Las prominencias del terreno eran aprovechadas por aquellos que huían de los achuchones y la bullanga, mientras otros se subían a los numerosísimos autos. Al fin el pelotón pasó entre vítores. Nadie se acordaba ya del perro.
