Después de un día grande como son los de Romería de Valme, un día de fiesta y alegría, nos levantamos el lunes para recibir un gran mazazo del cual nos costará levantar y por supuesto olvidar.
Parece que la Virgen quería que la sintiera por última vez pasar por la puerta de su casa entre el fervor y la alegría de todos.
Ese día pedimos por ella y por su salud, como siempre, y parece ser que Ella prefirió llevarla hasta los cielos para que disfrutara a su lado para siempre.
Se fue sin hacer ruido. Como era: sin molestar, sin protestar. Se ha ido para siempre un ángel junto a los ángeles del cielo para reír, para cantar, para soñar, para jugar…
Es duro para unos padres, para unos hermanos, para unos abuelos, para unos tíos y para unos primos perder a un auténtico ángel como lo eras tú, Ana. Anita para todos y gordi para tus padres… Queremos recordarte con esa sonrisa, esos gritos que seguro eran de alegría. Con tus sonajeros de colores, con esos pedazos de ojos rajaos negro que maravillaban tu inocente mirada…
Quiero desde estas líneas desearte lo mejor en la otra vida, que la disfrutes allí, que nos veremos tarde o temprano acompañándote en este nuevo viaje del cielo y de la esperanza y, sobre todo, la fe. No sabes cuánto cuesta entenderla en estos momentos, pero seguramente esa fe nos llevará junto por ese camino…
No me despido con un adiós, sino con un hasta luego. DEP.