(Mateo 21, 28-32) El texto de esta semana es de los más duros del evangelio. “Las prostitutas os llevan delantera en el Reino de Dios”, dice Jesús a la clase dirigente de su pueblo: a los sumos sacerdotes y a los ancianos. Y éstos que lo escuchaban no tenían ninguna conmiseración con las prostitutas, más bien las despreciaban profundamente.
Y les habla con tal dureza porque unos y otros se habían creado un caparazón impermeable que impedía que nada les llegara al corazón. Se habían creado un caparazón de orgullo religioso e institucional infranqueable. Se creían que lo sabían todo y que no tenían nada que aprender. Creían que podían disponer de la vida de las personas y manejarlas a su antojo. Condenaban o perdonaban la vida. En vez de estar a la escucha de la verdad, todo el tiempo estaban imponiendo y defendiendo sus ideas.
Algunos eran “benefactores de los pobres”, nunca sus amigos, nunca sus iguales. Otros, cuando se conmovían en presencia de Dios, era pensando en cómo iba a quedar su imagen ante los demás.
¿Cómo va a acoger el don de Dios quien no reconoce su pobreza?, ¿cómo va a llenarse de misericordia quien está saturado de sí mismo? El pecado, la debilidad, la transgresión moral pueden ser el primer paso para abrirse a la gracia de Dios, a una auténtica conversión del corazón. Ya dijo aquel santo: “Feliz culpa que mereció tal redentor”.
Pero esto no va contigo, no te preocupes. ¿Cómo va a decir Jesucristo, por ti, eso de que las prostitutas llevan delantera en el Reino? Tú, que eres tan bueno, tan progresista, tan religioso, tan…