1932. Un devastador incendio arrasa de madrugada la fábrica de yute, dejando a más de mil familias e

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yuteEn menos de dos horas, el fuego se propagó a siete naves, dejando calcinada la mayor parte de la maquinaria. Se baraja el cierre definitivo.

El estupor y la incertidumbre se reflejan hoy en el vecindario nazareno, tras comprobarse las consecuencias del pavoroso incendio producido en la madrugada del día 11 al 12 de julio y que, en menos de dos horas, arrasó siete naves de la fábrica de yute, una extensión de más de 6.000 metros cuadrados. 

El ingeniero Aguilar, en una primera observación, atribuye el origen del fuego a la fermentación de las grasas de las que estaban elaboradas las borras, en la nave de las ‘canillas’. De esta se propagó a las de hilaturas, tejidos y costura, quedando calcinadas, entre otras, 70 máquinas suavizadoras de yute, 197 telares, 20 máquinas de coser alpargatas y cinco máquinas canilleras, además de material aún por cuantificar. Se sabe que en una de las naves destinada a almacén se quemaron 500 balas de yute, si bien se han salvado otras por valor de 70.000 pesetas. También se libró del fuego el chalet del dueño de la industria, José J. Lissén, situado junto a la fábrica.

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Estaban avisados
No es la primera vez que la fábrica sufre un incendio. Hace solo un mes se produjo un conato que pudo sofocarse y hace siete años, en 1920, ocurrió otro que causó grandes pérdidas materiales y paralizó la industria un tiempo.
Pero el incendio de anoche es de tal envergadura que se habla incluso de cerrar la fábrica definitivamente. Las primeras estimaciones apuntan a pérdidas de 2.5 millones de pesetas, cantidad difícilmente asumible.

Y ahora… ¿qué?
Y ahora… ¿qué? Es lo que se preguntan hoy los 1.500 operarios de uno y otro sexo que, en su mayoría llegados de otras localidades y residentes en el barrio de San José, componen la plantilla de Yute, S.A.. Sus familias dependen totalmente de esta actividad fabril.  El alcalde, Joaquín Varo, se entrevistará con el gobernador civil para buscar soluciones.

guarda juradoUn guarda jurado dio la voz de alarma

Corrían las tres y algunos minutos de la madrugada cuando José Román García (uno de los dos guardas jurados que alternan la vigilancia cada media hora) se percató del fuego. El hilo telefónico se había quemado (por tanto no se pudo avisar por teléfono al señor Lissén) de modo que fue el citado Román (en la foto) y el fogonero quienes activaron la sirena de la fábrica. Un vigilante de arbitrios, apellidado López León, avisó al médico Traver, que a su vez pidió al corresponsal de El Liberal, Agustín Fernández, que llamara al retén de bomberos. Poco después fueron lanzadas al vuelo las campanas de la iglesia, que despertaron a todo el vecindario. 

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