LA NIEBLA
No es necesario decir que el prolífico escritor Stephen King es uno de los autores con más obras adaptadas al cine, al menos en los últimos veinte o treinta años. Y alguna de ellas, con más pena que gloria, al menos en resultados fílmicos.
La última de la colección es La niebla, dirigida por Frank Darabont, que encara así su cuarta adaptación de una obra de King, tras haber realizado dos filmes carcelarios, como Cadena perpetua y La milla verde, además del relato La mujer de la habitación, un corto de treita minutos que fue el primer trabajo de Darabont.
Estados Unidos, 2007. (122')
Título original: The Mist.
Escrita y dirigida por: Frank Darabont, basado en una novela de Stephen King.
Producción: Frank Darabont, Liz Glotzer.
Fotografía: Rohn Schmidt.
Música: Mark Isham.
Montaje: Hunter M. Via.
Intérpretes: Thomas Jane (David Drayton), Marcia Gay Harden (Sra. Carmody), Laurie Holden (Amanda Dumfries), Andre Braugher (Brent Norton), Toby Jones (Ollie Weeks), William Sadler (Jim), Jeffrey DeMunn (Dan Miller), Frances Sternhagen (Irene Reppler), Nathan Gamble (Billy Drayton), Alexa Davalos (Sally), Chris Owen (Norm).
Es significativo, también, que en este cambio de registro del director, encargándose por primera vez de un film de terror, género en el que el novelista se mueve como pez en el agua y en el que ha cosechado sus mayores éxitos, no se haya rodeado de intérpretes de renombre como en sus anteriores adaptaciones (Tim Robbins y Morgan Freeman en la primera y Tom Hanks en la segunda), recurriendo a actores poco conocidos, como Thomas Jane (que ya trabajó en otra adaptación de King, El cazador de sueños) y Laurie Holden (que ya coincidió con el director en The Majestic).
Tras una inesperada y fuerte tormenta, un pequeño pueblecito de Maine despierta con numerosos destrozos. Todo el mundo se dirige al supermercado a comprar provisiones para lo que se les viene encima. De pronto, una extraña y densa niebla se adueña del pueblo. Hay quien huye y se refugia dentro del comercio. Algo terrible se oculta bajo la niebla. Pero pronto descubrirán que también dentro del local aparecerán enfrentamientos. Los fantasmas del interior se convertirán en seres tan terroríficos como los que acechan fuera, ocultos bajo la niebla.
Darabont construye una cinta consistente, con imágenes y escenas de gran fuerza y que se recordarán durante mucho tiempo (el final en el coche es durísimo).
También es cierto que la explicación que se le da a la historia de la presencia de lo que se oculta, lo terrorífico (no digamos nada más para no desvelar demasiado a los que ni han visto nada de la película ni han leído la novela, aunque el final sea distinto al del texto escrito) es algo simple y poco creible.
Pero la verdad es que lo realmente importante no son esos fantasmas exteriores que acechan a las personas que se refugian en el supermercado, sino los fantasmas interiores que pronto surgen dentro del mismo, y que llevarán a las personas a enfrentamientos entre ellos mismos.
Fantasmas como la religión (la fe perturbada de una desquiciada interpretada magistralmente por Marcia Gay Harden) y la ciencia (que ha motivado, de uno u otro modo, que se haya llegado a la situación actual), igualando a ambas (ciencia y religión) como los monstruos de una sociedad, en la que el miedo a lo desconocido, a lo que no podemos ver, hace que se acuda a una o a otra, para encontrar explicaciones que (de no lograrse) puede llegar a que ambas se conviertan en aquello contra lo que pretenden luchar. Monstruos que luchan contra monstruos. Fantasmas por todos lados.