Antes que el pasado llene,
de memoria su brasero,
la casa alberga el rescoldo
de la carreta, el incienso,
de ilusión, marcha, camino,
vivencia, lágrima y pueblo.
La flor que le acompañara
paso a paso –templo a templo–
ha transformado en capilla
la mesilla, el agua, el tiesto
donde a la luz de un estampa
ya guarda la rosa el rezo
del peregrino y los suyos,
sus quimeras, sus anhelos,
las plegarias hechas vidas
y las noches hechas sueños.
La mañana lo ha acunado
y entre la aurora lo ha envuelto
en el final del camino
que es caudal para el cortejo
para unos, tradición,
para otros, rito añejo,
para él, que ya descansa,
un compromiso en el tiempo,
un eslabón de su vida
en la cadena del viento.
La mañana se ha hecho vieja:
la tarde ya está naciendo
y la flor que fue con Valme
y que cogiera el romero,
perfumando su descanso
y guardando su consuelo,
entre un rayo de sol tenue
lanza el aroma de un beso…
Dedicado a los buenos romeros…