En el juego de las urnas
sorprenden las estrategias
que esgrimen los que se arriesgan
por poder,
blindando sus derroteros
con jugadas y tableros
de ajedrez.
Y de todas las jugadas
el órdago, les apasiona,
no piensan, se envalentonan
al lanzarlo,
creyendo con el envite
descubrir el escondite
a su adversario.
Es el caso de la izquierda
–la Unida, quiero decir–
que ha creído conseguir
con una lista,
destrozar la maquinaria
engrasada con la savia
socialista.
Al órdago electoral
–que rezumaba ilusión
basada en la convicción
de un kamikaze–,
es todo lo que le queda
tras que el alcalde accediera
y lo aplastase.
Es el juego: gana el grande;
vació de contenido
al ataque que ha esgrimido
el más pequeño,
que estrelló naves y ganas,
contra las tablas y canas
del más viejo.
Surubí Gardom