Más sobre la colonización de la luna. Más, porque como ya mencioné en otra ocasión el tema se va a poner candente en los próximos diez años y hay muchas cosas que discutir.
Un tema de vital importancia a la hora de plantearse una estancia prolongada en nuestro satélite gris es que su ausencia de atmósfera no lo protege de posibles impactos de meteorito. No hay más que ver la cara de la luna para ver que sufre de un acné crónico y degenerativo. Los cráteres que han resultado del impacto de meteoritos han dibujado círculo sobre círculo por toda la superficie lunar.
Pero ya hemos estado en la Luna con anterioridad. ¿Qué hicieron los astronautas de las misiones Apolo con respecto al tema de los meteoritos? Pues prácticamente nada. Si su módulo hubiere sufrido el impacto de algún objeto mientras se encontraban en la superficie de la Luna, la misión podría haberse complicado en función de la gravedad de los daños. En otras palabras, simplemente asumieron el riesgo. Pero hay que tener en cuenta que el riesgo tampoco era demasiado elevado. En primer lugar, el número de impactos por unidad de superficie es muy bajo, con lo que es difícil sufrir uno. Pero más importante es que si sumáramos el tiempo que todas las misiones de los Apolo pasaron en la Luna, no llegan a las dos semanas. Es un tiempo lo suficientemente corto como para no preocuparse.
Muy distinto será ahora que queremos quedarnos allí por largos periodos de tiempo. No hay edificación lunar que sea capaz de soportar las velocidades de impacto de algunos de esos meteoritos. Incluso si fueran pequeños, podrían atravesar casi cualquier estructura. Por ello es de vital importancia saber cuántos meteoritos golpean la Luna por unidad de tiempo; y ya que estamos, dónde.
Hasta las misiones Apolo únicamente contábamos con el llamado “Modelo Estándar de Meteoritos”. La idea es muy sencilla: si los meteoritos son objetos que van disparados de forma errática en todas las direcciones del espacio, podemos suponer que impactan los mismos (por unidad de superficie) en la Tierra que en la Luna. Cuando se hace una suposición de este calibre, se puede uno equivocar por mucho. Pero puede que el modelo se ajuste a la realidad. Para averiguarlo se hace un recuento de todas las estrellas fugaces que se ven en el cielo por las noches (que son meteoritos desintegrándose en nuestra atmósfera), y se suman los impactos de meteorito que hemos localizado en la Tierra. Se divide el total por el tamaño de la superficie terrestre, y luego se vuelve a dividir por el tiempo en el que hemos estado contando meteoritos. El resultado nos da el número de meteoritos por unidad de superficie y tiempo (¡claro!).
Para saber si la Luna sufre el mismo número de impactos, podríamos contar los cráteres. Pero nos falta el dato de cuánto tiempo ha sido necesario para formarlos. Así que hábilmente, las misiones Apolo tuvieron la previsión de colocar varios sismógrafos en la Luna que registraron durante casi 8 años todos los temblores de su superficie enviando datos a la Tierra para su posterior estudio. De los 12.000 temblores que se registraron aproximadamente, se sabe que 3.000 fueron terremotos lunares y 1.700 fueron impactos de meteorito. Hay que añadir 6 impactos de astronaves que estrellaron adrede. El resto de los impactos no se sabe de qué son. Se sospecha que la mayoría son de meteoritos. Para saber más, están comparando la forma de la señal que dibujaba el bolígrafo del sismógrafo cuando el impacto era conocido con aquellas en las que el impacto es desconocido. Este estudio puede sacar a la luz incluso impactos de objetos tan pequeños como la palma de la mano y de menos de 1kg de peso. Con la segunda oleada de visitas a la Luna, se colocarán sismógrafos mucho mejores, y los datos tendrán mucha más calidad a la hora de determinar lo peligrosa que es la lluvia de piedras sobre la superficie lunar.