Trajes de flamenca en flor,
zarcillos, zahones, peinas,
guitarras llenas de albero,
sevillanas, las orquestas,
carteles para discordia,
los toros dando su guerra
un sinfín de caramelos,
los puestos y las casetas,
son los óleos que van dando
color al cuadro de feria.
Ya suman noventa y cuatro
las casetas predispuestas
a albergar, de forma libre,
al que guste de esta fiesta,
y para el que la fastidie
buscando el grito y la gresca,
son más de cien los agentes
que velarán por la ausencia
de los colores y cuadros
dibujados de peleas.
En cien mil metros cuadrados
se demostrará la esencia
que debe albergar un feriante
si es amante de su feria:
saber beber y cantar,
rendir culto a la belleza,
ser anfitrión, cambiando
su casa por su caseta,
y que siempre al despedirse
de todo aquel que se encuentra,
le grite con voz sonora:
“¡Qué tengas muy buena feria!”