Innecesaria segunda parte

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Instinto Básico 2

Alemania, España, Reino Unido y EEUU. 2006
Título original: Basic Instinct 2: Risk Addiction
Director: Michael Caton-Jones.
Producción: Mario Kassar y Moritz Borman.
Guión: Lenora Barsih y Henry Bain.
Fotografía: Gyula Pados.
Música: John Murphy y Jerry Goldsmith.
Montaje: Itsvan Kiraly y John Scott.
Duración: 114 minutos.
Intérpretes: Sharon Stone (Catherine Davis Tramell), David Morrissey (Dr. Michael Glass), Charlotte Rampling (Milena Gardosh),
David Thewlis (Roy Washburn), Hugh Dancy   (Adam Towers), Anne Caillon (Laney Ward), Iain Robertson (Peter Ristedes), Stan Collymore (Kevin Franks), Kata Dobó (Magda), Flora Montgomery (Michelle Broadwin) y Jan Chappell (Ángela).

 

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Catorce años después de la película que la lanzó definitivamente al estrellato y la confirmó como sex-symbol de los años noventa, Sharon Stone repite personaje (es la única que repite, tanto en el equipo técnico como en el artístico de los que aparecían o participaban en la primera parte) en esta Instinto básico 2. Película aburrida, insulsa y a todas luces innecesaria. Dicen que si no tienes nada bueno que decir, es mejor no decir nada, pero como quedaría mal dejar todo este espacio en blanco, algo habrá que comentar.
En esta década y media, Sharon Stone se ha negado una y otra vez a volver a ponerse en la piel de Catherine Tramell, pero como en estos momentos su carrera atravesaba una época más bien baja (muy pocos proyectos y ninguno captaba el suficiente apoyo del público o la crítica como para salir adelante) decidió aceptar. Mala decisión.
La película comienza ya de mala manera. La protagonista, conduciendo a ciento ochenta kilómetros por hora por las calles de un solitario Londres (no hay ni un solo coche, ni siquiera un simple taxi, aunque sea aparcado en la acera) mientras mantiene una relación sexual con un famoso futbolista inglés completamente drogado. Un accidente (o quizás no, ese es el quid del asunto) hace que caigan al río desde un puente. Ni un solo rasguño ninguno de los dos (cosa nada creíble, por cierto), de no ser porque el cinturón de él no se abre y muere ahogado. La policía la investiga, no se fía de ella y cree que no fue un accidente sino un homicidio fríamente calculado, y también la reconoce psicológicamente para ver qué puede sacar en claro. El encargado es un psicólogo simplón que se deja seducir y engañar por ella. Hasta aquí todo medianamente normal, de no ser porque él sabe que ella miente siempre, pero cree todo lo que le dice, incluso que su jefe es el verdadero malo de la peli, pero cuando éste le dice que no, que la mala es ella, también le cree a él…
Una historia sin pies ni cabeza, que se enreda demasiado, sin saber hacia donde va, dando palos de ciego a un argumento ya de por sí bastante flojo, con una dirección que medianamente puede sacar adelante una historia que quedó cerrada en la primera parte, que no necesitaba una segunda parte (no tenía material para ella, de hecho se recurre en numerosas ocasiones al filme de hace casi quince años, recordando los hechos, los personajes –con alguno incluso se habla por teléfono, eso sí, sin que se le oiga– en esta entrega, que esperemos que sea la última, porque era imposible crear un argumento que se repite en ocasiones, que juega al despiste (y lo hace mal) sin darse cuenta de que ya sabemos el final, y de que, por mucho que intenten despistarnos con un final tontorrón, y un epílogo absurdo, no nos la cuelan. O mejor dicho, a esas alturas ya nos la han colado, porque ya la hemos visto y es tarde para volverse atrás.

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