Día sin coche

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    De muy poco, por no decir de nada,
    nos valen los consejos y premisas
    que sirven de estandartes y divisas
    a la inutilidad y a su fachada.

    Se trata de elegir una jornada
    y darle –rimbombantes e imprecisas–
    imágenes y metas, que entre risas,
    a muchos ya les suena a mascarada.

    A un día le encajamos apellido
    –es el caso del “día sin el coche”–
    vistiéndolo de slogans de partido.
    Después el mitin clásico por broche;
    unos blancos globitos; ya es olvido,
    y el nombre se disipa con la noche.

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