A pesar de que en nuestro país se haya estrenado tres meses más tarde, lo cierto es que esta muy interesante La (des)educación de Cameron Post es anterior (casi un año) a la más floja Identidad borrada, con la que comparte temática y (en cierto modo) estructura argumental.
Ganadora del Gran Premio del Jurado en Sundance y de la Espiga de Plata y el Premio del Jurado Joven en Valladolid, La (des)educación de Cameron Post es más potente, más solvente, y ofrece un mayor deleite cinematográfico, abordando un tema de los que cabrean, de los que uno lamenta que sigan existiendo en estos tiempos.
Como en aquella, una adolescente (la Cameron del título), al ser descubierta en actitud íntima con una amiga, es enviada por sus padres adoptivos a un centro de rehabilitación cristiano que, bajo el nombre de La promesa de Dios, pretende ‘curar’ a esas personas ‘desviadas’ que, como ella, sienten atracción por otras personas del mismo sexo al suyo.
Estados Unidos, 2018 (91′)
Título original: The miseducation of Cameron Post.
Dirección: Desiree Akhavan.
Producción: Cecilia Frugiuele, Jonathan Montepare, Michael B. Clark, Alex Turtletaub.
Guión: Desiree Akhavan, Cecilia Frugiuele, basado en el libro de Emily M. Danforth.
Fotografía: Ashley Connor.
Música: Julian Wass.
Montaje: Sara Shaw.
Intérpretes: Chloë Grace Moretz (Cameron Post), John Gallagher Jr (Reverendo Rick), Sasha Lane (Jane), Forrest Goodluck (Adam), Marin Ireland (Bethany), Owen Campbell (Mark), Jennifer Ehle (Dra. Lydia Marsch), Kerry Butler (Ruth), Quinn Shephard (Coley), Emily Skeggs (Erin), Melanie Ehrlich (Helen), Isaac Jin Solstein (Steve), Dalton Harrod (Jamie).
Huir del morbo gratuito
Akhavan acierta de pleno al huir del morbo gratuito, y demuestra un enorme cariño por sus personajes, a los que dota de una entidad en la que no cabe la confusión. Cameron sabe lo que siente, no hay conflicto en su interior. El enfrentamiento viene de fuera, de aquellos que la ven como enferma, como desviada, cuando lo que la inundan son una infinidad de dudas.
Dudas de un adolescente que está buscando su lugar en el mundo y que lucha contra esos elementos externos que pretenden modificar su conducta y destruir su identidad. Así, La (des)educación de Cameron Post se centra en la protagonista, cada vez más convencida de una identidad sexual que desde fuera se empeñan en modificar.
Estéticamente, Akhavan también acierta en el modo de plantear la planificación de la cinta. Tras empezar con primeros planos, tanto de la protagonista como de elementos fragmentados y desestructarados, que muestran su desubicación en el mundo, pasa a planos generales y abiertos en los que Cameron forma parte de una totalidad en la que debe integrarse, un mundo (el centro reformatorio) en el que tratan de despojar de toda diferencia usando uniformes comunes para todos, ejercicios programados…
Reflexión sobre la individualidad
Y es cuando Cameron reflexiona sobre su individualidad, cuando se percata que no es culpable de ningún delito, los planos se cierran de nuevo, pero centrando al personaje en la pantalla. Ella se convierte en el centro de su propia vida, abriéndose al mundo, pasando de los muy escuetos “OK” de su llegada, al casi epitáfico “No tenéis ni idea de lo que estáis haciendo” que le espeta a uno de los directores al ser consciente de las injusticias que está viviendo allí dentro.
En el terreno interpretativo, Chloë Grace Moretz nos regala el que (muy posiblemente) es el mejor trabajo de su carrera, sabiendo expresar la gestualidad no verbal que infunde de manera fantástica a su personaje. También cabría destacar el retrato de los dos educadores, la psiquiatra que trata a todos los jóvenes internos, y su hermano, un ser en el fondo débil y solitario, que se enorgullece de haberse curado de la homosexualidad, y que ahora trata de corregir a otros su malos comportamientos.