La espía roja
Hace veintiún años, Judi Dench ganó su único Oscar (como actriz de reparto) por su papel en Shakespeare in love, a pesar de que sólo aparecía en pantalla ocho minutos y medio. Ahora, la británica es la principal baza comercial de La espía roja, película en la que aparece como estrella indiscutible, a pesar de que (de nuevo) apenas supera los diez minutos en pantalla. Y lo hace en La espía roja, película con la que Trevor Nunn vuelve al cine después de casi veinte años haciendo filmes para televisión (anteriormente había rodado una película cada diez años, por lo que, a pesar de llevar trabajando más de cuatro décadas, su filmografía es escasa).
Esta experiencia en la pequeña pantalla es más que notable al ver esta cinta. De apariencia y factura de telefilme (rodada con medios, pero dicho esto en el peor de los sentidos posibles), La espía roja ofrece poco y sorprende aún menos. No es que sea previsible, es que básicamente descubre todas sus cartas en sus primeros minutos, y después solo alarga el metraje con explicaciones innecesarias.
Reino Unido, 2018 (101′)
Título original: Red Joan.
Dirección: Trevor Nunn.
Producción: David Parfitt.
Guión: Lindsay Shapero.
Fotografía: Zac Nicholson.
Música: George Fenton.
Montaje: Kristina Hetherington.
Intérpretes: Judi Dench (Joan Stanley), Sophie Cookson (Joan, joven), Stephen Campbell Moore (Max), Tom Hughes (Leo), Laurence Spellman (Patrick Adams), Tereza Srbova (Sonya), Ben Miles (Nick), Robin Soans (Clement Attlee), Kevin Fuller (Detective Phillips).
Joan Stanley es una encantadora abuelita que nunca ha levantado la más mínima sospecha, hasta que un día el MI5 británico se presenta en su casa para detenerla, acusada de proporcionar información a la Unión Soviética comunista. Durante el interrogatorio, Joan regresa a los años 30, cuando estudiaba en la Universidad de Cambridge y, después, trabajaba en unas instalaciones secretas del gobierno para la investigación nuclear. En los años de estudio conoció a Leo, un seductor joven comunista, que tiempo después volvió a aparecer en su vida y la puso en la encrucijada de traicionar a su país o salvar al mundo de una catástrofe nuclear.
El problema de La espía roja (uno de ellos) reside en que se centra en el aspecto romántico de la historia, en las idas y venidas amorosas de la protagonista, más que en el tema del espionaje. El aspecto de thriller político queda desdibujado por completo, ya que no hay tensión ninguna al desvelar toda la sorpresa desde el primer momento.
Sosísima, carente de ritmo y (casi) de interés, es una película que en pocos meses podríamos ver en la sobremesa de cualquier fin de semana, dormitando en el sofá, y a nadie le extrañaría nada.
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