Con el recuerdo candente
del palmeral sahariano,
comenzaba el artesano
su jornada,
reinventándose su vida
entre andamios y suicidas
peonadas.
La talla de la madera
fue el trabajo que llenara
la bolsa que antes ganara
el nigeriano,
mas tras cruzar la frontera
fue una pala cuanto asiera
entre sus manos.
Nunca una queja, una duda,
un atisbo de flaqueza,
de vagancia o de pereza
demostró,
y desde el primer momento
sudó por cada cimiento
que encofró.
Llegó así la paradoja:
se le esfumó su destino
acabando su camino
bajo un muro,
a aquel hombre sin pasado
que entregara al encofrado
su futuro.
Sino y camino se funden
en las almas de los hombres
en cuyas vidas se esconde
la tibieza,
que entre la niebla y la suerte
tan sólo encontrar la muerte
es la certeza.
Poema dedicado a todos los que aúnan esfuerzos por evitar tanta muerte inútil en los puestos de trabajo.