1744. Un banco para la familia Rivas

"Vendría a ser como para un Cabildo"

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Uno de los elementos más destacados de la iglesia de Santa María Magdalena, que perecieron en la trágica quema de 1936 fue un hermoso banco perteneciente a la familia hidalga de los Rivas. Como es bien conocido, el tener banco o silla propia en las iglesias era un privilegio reservado a unos pocos en la época del Antiguo Régimen, y en la parroquia nazarena tan sólo el concejo de la villa y el marqués de Dos-Hermanas podían gozar de tal privilegio.

Sin embargo, en los primeros años del siglo XVIII, dos personajes de gran peso en la sociedad nazarena, el capitán Juan de Medina y don Francisco Domínguez de Rivas (patriarca de la mencionada familia), colocaron en el templo dos esterillas de junco (semejantes a la que tenía el referido marqués desde tiempo ‘inmemorial’), para que sus respectivas esposas, Manuela de Gamarra y Juana de Rivas, pudieran sentarse durante las funciones religiosas. Y ni Medina ni Domínguez de Rivas tenían el título pertinente para hacer uso de las esterillas, como bien informó en noviembre de 1714 el visitador general.

Poco tiempo después, en 1731, el mismo Domínguez de Rivas solicitó a la autoridad eclesiástica que el patronato que tenía sobre la capilla Sacramental estuviese vinculado al mayorazgo de su familia, con el fin de asegurarse que “se le guarden las honras y franquezas correspondientes, y se permita y no estorve poner los asientos de qualquier línea que sean para que mi parte [se refiere al propio Domínguez de Rivas], sus descendientes, patronos y parientes se cienten dentro de la Capilla [Sacramental] en las funciones que en ella se ofrecieren”. Sin embrago, el fiscal general del Arzobispado, José Ruiz de Moya, manifestó que “sólo se le podrá conceder un banco, con dos asientos dentro de dicha Capilla”, pues “con el banco de los dos asientos en la Capilla del Sagrario tiene bastante para usar de las preeminencias de patrono por lo respectivo a dicha Capilla”. El dictamen emitido por el vicario general, de 10 de noviembre de 1731, siguió los postulados del fiscal, por lo que permitió únicamente “el que ponga y pueda tener y usar de una banca de dos asientos y no más” sólo en la referida capilla Sacramental.

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1744. Un banco para la familia Rivas

Alonso Gregorio de Rivas
Quien mandó realizar este artístico escaño, don Alonso Gregorio de Rivas, nació en Dos-Hermanas en 1697, siendo el primogénito de don Francisco Domínguez de Rivas y de doña Juana Rodríguez de Rivas. Ejerció numerosos cargos en el concejo nazareno y desde muy joven manejó los asuntos de la hacienda paterna. Heredero del mayorazgo de los Rivas nazarenos, contrajo matrimonio en enero de 1717 con María de Sotomonte y Pereda, miembro de una adinerada familia de la villa de El Coronil. De esta unión nacerían nueve hijos: Francisco José (1718-¿?); el presbítero Alonso Vicente (1719-1759); Tomás (1721-1722); Tomás Dionisio (1723-1794); Juan (1725-1746); Juana (1728-¿?); María Antonia (1731-¿?); Rosa (1733-1743); y María Teresa de Rivas (1736-¿?). De todos ellos tan sólo María Teresa de Rivas tuvo descendencia, siendo sus hijos quienes, finalmente, heredarían el mayorazgo de los Rivas nazarenos. Don Alonso Gregorio tuvo gran influencia sobre el concejo de la villa, siendo considerado (al igual que su padre) el verdadero «señor de Dos-Hermanas». Falleció en su hacienda de la calle Amaro (actual Antonia Díaz) el primer día de enero de 1760, siendo enterrado en la sepultura propia que la familia tenía (y aún se conserva) en la capilla Sacramental de la iglesia de Santa María Magdalena.

En 1744, fallecido ya Domínguez de Rivas, su hijo y heredero Alonso Gregorio de Rivas pidió al provisor del Arzobispado la colocación de nuevos asientos en la capilla, debido al aumento de su familia, pues cuenta “con quatro hijos hombres, y dos hermanos, que asisten a las fiestas y funciones que ay en la Yglesia, no es regular ayan de estar unos en pie y otros sentados se hace preciso, que el escaño o vanco aya de ser maior para que todos puedan sentarse”. Del mismo modo, se pedía autorización para colocar el banco fuera de la capilla para que los miembros de la familia Rivas pudieran seguir sin problemas las funciones que se celebrasen en el altar mayor. Finalmente, en marzo de 1744 el provisor concedió la licencia a Alonso Gregorio de Rivas para colocar un banco para él, sus hijos y hermanos en la iglesia, cuando se celebrasen funciones en el altar mayor con la condición de devolverlo a la capilla Sacramental una vez terminadas esas funciones.

Y fue en torno a ese año 1744 cuando Alonso Gregorio de Rivas mandó realizar un nuevo banco, que es el que recordamos en este artículo y muestran las fotografías que lo acompañan. El escaño sería ejecutado en madera de cedro, con capacidad para seis personas. Medía 2,97 ms. de largo, 1,23 ms. de alto y treinta y siete centímetros de ancho, y el respaldo, que guardaba una simetría perfecta, aparecía decorado con motivos vegetales. En su centro campeaba el escudo de armas de la familia Rivas coronado por una cimera. Asimismo, era notable en este banco cierta influencia o gusto francés.

El inventario de la parroquia de 1885 lo menciona, al igual que el de 1898, este último en los siguientes términos: “un banco tallado bueno que se encontraba en la capilla del Sagrario y en la actualidad se halla a los pies de la Iglesia”.

Por desgracia, el banco pereció en la mencionada quema de la parroquia de julio de 1936, al servir, al igual que el resto de bancos del templo, como combustible. De esta forma se perdió una preciosa pieza, ejemplo preclaro del mobiliario barroco sevillano.

1744. Un banco para la familia Rivas

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