Lo de que Steven Spielberg es un genio del cine, un mago, the fucking master of the universe, es algo que, a estas alturas nadie debería poner en duda. Hace no demasiado, con motivo de su anterior película (Los archivos del Pentágono, también estrenada en este 2018), ya hablábamos de ello.
Y ahora, con esta obra (casi) maestra que es Ready Player One, con la que vuelve al cine de aventuras y ciencia-ficción que tan buenos resultados le ha (y nos ha) dado, vuelve a dejar claro, una vez más, que Spielberg sabe lo que le gusta al público, y que sabe mejor que nadie, cómo contar las historias para que le guste a todo el mundo. Y aquí sí, es TODO el mundo.
La acción se sitúa en el 2045.
El planeta está al borde del caos. Superpoblación, pobreza, paro… La población mundial no tiene nada que hacer en el mundo real, y se sumerge en Oasis, un universo de realidad virtual a escala global en la que todo es posible. Cuando su creador muere, deja su enorme fortuna como herencia al primero que encuentre un enigma oculto en ese ingente mundo paralelo. El joven huérfano Wade Watts se embarcará en esta aventura haciendo un grupo de amigos y enfrentándose a peligrosos rivales y enormes corporaciones, dentro y fuera de Oasis, en busca del premio.
Estados Unidos, 2018 (140′)
Título original: Ready Player One.
Dirección: Steven Spielberg.
Producción: Dolald De Line, Dan Farah, Kristie Macosko Krieger, Steven Spielberg.
Guión: Zak Penn, Ernest Cline, basado en la novela de Ernest Cline.
Fotografía: Janusz Kaminski.
Música: Alan Silvestri.
Montaje: Sarah Broshar, Michael Kahn.
Intérpretes: Tye Sheridan (Parzival / Wade), Olivia Cooke (Art3mis / Samantha), Ben Mendelsohn (Sorrento), Lena Waithe (Aech / Helen), T.J. Miller (I-R0k), Simon Pegg (Ogden Morrow), Mark Rylance (Anorak / Halliday), Phillip Zhao (Sho), Win Morisaki (Daito), Hannah John-Kamen (F’Nale Zandor), Ralph Ineson (Rick), Susan Lynch (Alice).
Con la apariencia de ser una búsqueda del tesoro clásica, de la que Spielberg ya hizo (por ejemplo) En busca del arca perdida, hay en Ready Player One un profundo ejercicio de nostalgia, con innumerables referencias no sólo a videojuegos (clásicos y modernos), sino también a la cultura pop, a la música, al cine (desde las muy evidentes de Regreso al futuro, Akira, Ciudadano Kane, King Kong, El resplandor… a otras que pasan más desapercibidas, El club de los cinco, Beetlejuice, Los Goonies o Blade runner, o a Woody Allen -con una de sus más conocidas frases- entre otras muchas). Simplemente por el deleite de descubrirlas, de dejarse llevar por la avalancha, de descubrir y de gozar con el amor por el cine de Spielberg, la película ya merece la pena verse.
Y también hay en Ready Player One una visión oscura, triste y amarga del futuro, con un poder totalitario (aquí ejercido por una mega-corporación que tiene hasta ejército propio), que actúa a modo de Gran Hermano, contra la que surge una rebelión, buscando libertad, una vida mejor. No es esto algo nuevo en el director, ya que también aparecía en otras de sus cintas (digamos) futuristas, como I.A Inteligencia Artificial o Minority report.
Contra esta negrura, este aviso a los peligros de la incomunicación humana provocada por la tecnología, Spielberg nos hipnotiza con una alegoría del poder de la imaginación. Y es que visualmente la película es una delicia. Con momentos de pura magia que crecen y se multiplican, con trazos de diversión, de humor puro, de acción y aventuras, para hacer de Ready Player One la película icónica de una generación.