Selectividad

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    Selección y papel, nervios de examen:
    la suerte ya está echada en el tapete
    una vez se ha pasado del dintel,
    tras poner fecha y nombre en el membrete,
    tras dejar que tu ser vaya ordenando
    las cartas boca arriba y sus colores,
    que llenan de suspiros y estertores
    a un aula que se va ya silenciando.

    Se tose, se respira y se transpira
    de una forma medida –calculada–,
    a la par que tu mente es salpicada
    con datos que te asaltan, te estimulan,
    te obcecan, te oscurecen, te saturan,
    te salvan o te llevan a la nada.

    Y así, primera prueba, superada.
    Ya sólo quedan… bueno, quedan todas…
    al menos sé que puedo; que las horas
    que me esperan, que quedan por delante,
    no podrán conseguir que yo me achante;
    no podrán destruir mi sueño ahora…

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    Y así se acaban hojas de preguntas,
    los nervios, las flaquezas y los miedos:
    se vuelve a demostrar que los desvelos,
    el estudio, el trabajo y la constancia,
    consiguen superar las circunstancias
    y te acaban brindando tus anhelos.

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