1931. El Cristo de Migolla

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1931. El Cristo de MigollaA finales de los años 20 era tan precario el estado de conservación de la antigua e histórica talla del Santo Cristo de la Vera-Cruz de Dos-Hermanas, que los cofrades de la hermandad del mismo nombre decidieron encargar a un joven escultor sevillano, Miguel González Migolla, una imagen que sustituyera al ‘viejo’ Titular tan sólo en la estación de penitencia.

 

De esta manera, y siendo hermano mayor de Vera-Cruz José Luis Ferrer de Couto, se celebró cabildo el 19 de mayo de 1930, proponiéndose en él la ejecución de un nuevo crucificado, y en la siguiente reunión, que tuvo lugar pocos días más tarde, el 26 de mayo, se dio luz verde al proyecto con 27 votos a favor, 3 en contra y 4 abstenciones.

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Sin pérdida de tiempo, se procedió a la firma del contrato entre ambas partes. Resulta muy llamativo que el contrato esté fechado el 25 de mayo de 1930, esto es, un día antes de que se reuniesen en cabildo los hermanos para ver si aprobaban o no el proyecto de un nuevo crucificado. En cualquier caso, en ese contrato actuaron en nombre de la cofradía el hermano mayor, Ferrer de Couto, y Miguel Ponce Bancalero (destacado cofrade de la Vera-Cruz y de otras hermandades de la villa). Migolla se comprometía a tallar la nueva imagen en tamaño natural y “en madera que le será facilitada por los señores Ferrer de Couto y Ponce Bancalero”. Asimismo, el precio estipulado fue de mil pesetas (cien pesetas se entregarían en el momento de la firma del contrato y cada seis meses se abonarían cien pesetas hasta completar aquella cifra). Debido a la maltrecha situación económica de Migolla, aquella cantidad fue abonada con prontitud. Por otra parte, la nueva talla debía ser entregada antes de la Semana Santa de 1931, para que pudiera salir en procesión en esa fecha.

1931. El Cristo de Migolla

Hubo que esperar algunos meses para que Migolla se pusiera manos a la obra. El comisario del Pabellón de Cuba en la Exposición Iberoamericana de Sevilla, el capitán Julián Martínez Castell, entregó a la hermandad madera de caoba procedente de la isla de Cuba. A cambio, el comisario pidió tan sólo una fotografía del nuevo crucificado. Y en la sesión de 11 de julio de ese año la Mesa de Gobierno de Vera-Cruz acordó enviar un oficio Martínez Castell, “dándole gracias por la cesión desinteresada que nos han hecho de la madera necesaria para la ejecución de la nueva Imagen del Santo Cristo”. Días más tarde, enviaron a Sevilla la madera y en agosto de 1930 Miguel González Migolla comenzó a realizar la imagen. La policromía de la misma estuvo a cargo de Baldomero López González, artista amigo del propio Migolla.

{xtypo_rounded3}El Concurso Nacional de Escultura de 1932
Curiosísima es la cláusula cuarta del contrato que firmaron Migolla y la hermandad, que decía así: “Los señores Ferrer y Ponce se comprometen a facilitar al señor Migolla la referida escultura para que pueda ser expuesta en la exposición nacional en Madrid siempre que dicho certamen no coincida con la Semana Santa sólo por una vez”. Pero para esa exposición, que tuvo lugar en Madrid en 1932, González Migolla prescindió de su crucificado y en su lugar presentó una escultura que representaba a la diosa Venus, de formas potentes y modelado acabado.{/xtypo_rounded3}

Antes de que la imagen quedara concluida, en la sesión de 6 de septiembre la Mesa de Gobierno aprueba la admisión de Migolla como hermano de la corporación. Y en esa misma reunión se decidió realizar “un paso nuevo para el Santo Cristo, según modelo presentado por el hermano don Miguel González Migolla, tallado en madera de caoba en el precio de mil quinientas pesetas estando incluido en este precio sólo la mano de obra de la parte de la canastilla y respiradero a pagar en dos años”. En noviembre de 1930, el crucificado de Migolla estaba ya terminado. Muchos eran los curiosos que se acercaban a su estudio, situado en la calle Siete Revueltas, muy cerca de la iglesia del Salvador, para admirar la obra. La prensa de la época (La Unión y ABC, por ejemplo) se hicieron eco del acontecimiento, y a principios del mes de diciembre quedó expuesto el crucificado en la sede sevillana de la Sociedad Económica de Amigos del País. Entre los muchos sevillanos que desfilaron por aquella sede se encontraba Carlos Cañal, antiguo ministro, quien quedó “gratamente impresionado al examinar la obra del Señor González Migolla”.  Todo estaba preparado para la bendición de la imagen, que la llevó a cabo en la iglesia de Santa María Magdalena el párroco don Manuel García Martín (por delegación expresa del cardenal Ilundáin) en la mañana del miércoles 21 de enero de 1931. Cinco días más tarde tuvo lugar el traslado del nuevo crucificado desde la parroquia a la capilla de San Sebastián.

Y poco antes, el día 15 de ese mes, la hermandad de la Vera-Cruz decidió colocar en la sacristía de la capilla de San Sebastián “dos lápidas, una en memoria y desagravio de don Francisco Hidalgo Carret y la otra como recuerdo de la bendición de la nueva imagen del Santo Cristo”. También quedó confirmado “celebrar el agasajo en honor de don Miguel González Migolla”, el cual se hizo el 26 de enero.

Pero si bien un reportero sevillano en noviembre de 1930 había encontrado al crucificado proporcionado, armónico y bello, y otro se había referido a él como una portentosa obra, a buena parte de los hermanos de la cofradía (muy devotos de la antigua imagen del Santo Cristo de la Vera-Cruz) no le terminaba de convencer aquella nueva talla.

La imagen procesionaría en la Semana Santa de aquel año de 1931. Pero los acontecimientos que se desarrollaron en los primeros momentos de la II República impidieron su salida en los años inmediatos. Tras la Guerra Civil volvería a procesionar, pero no siendo del gusto de la mayor parte de los hermanos de la cofradía, pronto dejaría de hacerlo, volviendo a salir el viejo Cristo de la Vera-Cruz. La talla de González Migolla quedó ‘arrinconada’ y terminó siendo depositada en el oratorio de la antigua hacienda de San Antonio, perdiéndose su pista a partir de 1961. El paradero actual de esta imagen constituye un verdadero enigma con difícil solución.

1931. El Cristo de Migolla

El Cristo de las siete revueltas
En el periódico ABC de Sevilla de 21 de noviembre de 1930 apareció publicado un interesante reportaje bajo el título Arte y artistas. Un crucificado de González Migolla. Comenzaba de esta forma: “Si la popularísima calle de las Siete Revueltas no tuviese a lo largo de su sonada historia y a la vuelta de cada una de sus múltiples esquinas motivos bastantes para acreditar su clara prosapia sevillana, los completaría ahora con el memorable hecho de haber producido un Cristo cofradiero que va a llamar poderosamente la atención. Se trata de un Crucificado nuevo, labrado por un artista de verdadero mérito, Miguel González Migolla, por encargo de la Hermandad de la Santa Vera Cruz del inmediato pueblo de Dos Hermanas. Esta bella imagen está destinada, pues, a llevar, después de las bendiciones, el nombre de la Hermandad titular; pero a lo mejor le hacen cargar con un sobrenombre popular, por las mismas razones que lo llevan tantas y tantas efigies elegidas por el pueblo para motejarlas a su gusto: el Cristo de las Escobas, el Cachorro, el de los cuatro faroles… Posiblemente este nuevo Cristo tallado por González Migolla se denominará de las Siete Revueltas, título que presta con mucho gusto la sevillanísima calle cuya historia culmina ahora al alcanzar la suprema gloria de entregar una imagen a la devoción pública”. Sin embargo, tal ‘sobrenombre’ no tuvo la fortuna que el reportero esperaba, pues en nuestro pueblo nunca se empleó. Aquí se conoció a la talla como ‘el Boxeador’, dada la cuidada y marcada anatomía que presentaba.

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