Dos vidas, dos pasados y un futuro
quisieron darse cita en la rotonda
que llena de color, por un segundo,
cambió su rosa luz por triste sombra.
A base de mezclar velocidad,
alcohol y pocas dosis de cordura
se suele convertir nuestra ciudad
en un triste circuito de locura
en donde se avasalla, por deporte,
demostrando el desprecio repugnante
que muchos locos muestran al volante
sin que ello les preocupe o les importe.
La historia volverá mas que nos pese:
más carreras, más bestias sin control,
más luto por personas inocentes
de nuevo asesinadas por dementes
que entremezclan el coche y el alcohol.
Más tarde tocará que lo olvidemos
a menos –claro está– que un hijo nuestro
incremente la lista de los muertos…
Entonces, lloraremos, lloraremos,
¡hoy lloramos!
y después de llorar, ves que el sistema
se basa en el desprecio y en la extrema
superficialidad con que olvidamos…