Espero que os llegue esta carta, no tanto por que se vean cumplidos mis deseos como por el peligro de que vuestra procedencia oriental os acabe convirtiendo, para nuestro Occidente policial, en sospechosos de Al Qaeda, o que, por el hecho de enviaros yo esta misiva, esté provocando que me metan en un avión de la CIA y me lleven a Guantánamo o a algún campo de concentración oculto en la Europa del Este. Pero bueno, confío en que nadie lea entre líneas y ni vosotros ni yo acabemos en ninguna lista negra. Ni siquiera Baltasar, que ojalá tenga los papeles al día y no lo retengan por inmigrante ilegal en la frontera de Ceuta. Lo primero que no voy a pediros es paz, porque ya somos mayorcitos para perder el tiempo deseando cosas que sabemos imposibles. Ya está demostrado que esa palabra se queda en los discursos de los grandes políticos, que se llenan la boca de paz y los bolsillos de dinero procedente de la venta de armas a los señores de la guerra. Está claro que exigir la paz en el mundo es como pretender que el gobierno israelí critique su genocidio nazi en Palestina.
Así que, como no soy tan iluso, me limitaré a algo más doméstico, aunque igual resulta tan difícil de conseguir. ¿Sería mucho pedir que los políticos locales del PSOE fuesen socialistas? Veréis, no es que ninguno lo sea… pero si me pongo a contarlos, lo cierto es que me sobran dedos de la mano. Y ya puestos, ¿sería pedir mucho más que, para lo que les queda de mandato en 2007, cumpliesen los compromisos que adquirieron? Más que nada porque, después del fiasco de 2005, en el que se comprometieron en cosas muy sencillas (por ejemplo, que nuestros mayores viajarían en el autobús urbano sin pagar, o que la zona sur tendría un plan integral para buscar una solución a sus problemas, o que habría presupuestos participativos, más trabajo para personas con discapacidad, etc…), están en plan, no precisamente integral, sino más bien “donde dije digo”, y no sabemos si es que son así o es que alguna fuerza ajena a su voluntad los ha enajenado por completo.
Este año tampoco voy a pediros trabajo para todos, no vaya a ser que a los que mandan aquí les dé por construir más supermercados y acabemos convirtiendo la ciudad en una empresa de trabajo temporal. Si acaso os pediré que la chica del Carrefour de hoy tenga un sueldo decente, un empleo estable y con derechos, y que mañana no acabe viéndola en un Día y pasado mañana en cualquier otro híper similar, salvo si mejoran sus condiciones. Que lo dudo, porque esos trabajos son como las facturas de los teléfonos, donde da igual en qué compañía estés porque al final siempre pagas lo mismo.
Supongo que, si os llega esta carta, es posible que a estas alturas os estéis echando las manos a las coronas y pensando que cómo vais a cumplir mis deseos. Sobre todo porque aquella vez que os pedí infraestructuras dignas para Montequinto, acabaron haciendo el hipódromo, como si la gente de ese barrio prefiriese ir a caballo en vez de en autobús. En todo caso, sí os pido de nuevo que se haga realidad el centro de salud, con la esperanza de que a nadie se le ocurra cambiarlo por un botiquín de primeros auxilios. Y que no me pase como cuando solicité accesos dignos para los minusválidos que quieran coger el tren y, en vez de un ascensor, Renfe acabó poniendo un anuncio que decía “Vamos al futuro ¿subes?”, dejando claro quiénes se van a quedar atrás en el camino. Una broma macabra, sin duda, pero así son las cosas.
Por cierto, que por mucho que se hagan viviendas protegidas, las demás siguen subiendo más que los sueldos, para variar. Os lo digo porque sé que vosotros sólo venís de paso y puede que no lo sepáis, y a lo mejor resulta que tenéis mano para cambiar algo en este tema, porque aquí cuando a alguien se le ocurre cambiar algo es el sentido del tráfico en las calles, los árboles por farolas con macetas o el carnaval del pueblo por el carnaval encorsetado, no vaya a ser que haya desmadre y dejemos de conformarnos con el talonario de las subvenciones y las prebendas.
Ya veis que, en vez de regalos normales, parece que ando por las nubes. Que en vez de un móvil nuevo, una cámara digital o una termomix (o como quiera que se llame ese chisme), me empeño en procurar deseos que a lo mejor no están en vuestras manos. Pero así llevan décadas nuestros hermanos y hermanas saharauis, persiguiendo, como sus majestades, una estrella que no acaba de llegar a su destino.
Por si os sirve, os diré que os sigo escribiendo a vosotros y no a ese tal Noel, del que desconfío por aparecer tanto en las películas norteamericanas y en los anuncios de El Corte Inglés. Aun así, permitidme, de todas formas, que no me haga ilusiones con vosotros, porque ya se sabe que sólo trabajáis una vez al año y eso no da para gran cosa, tal y como está el patio. Así que lo mejor será que vaciéis las sacas de vuestros camellos en otros sitios donde haga más falta, que ya me conformo yo con el regalo de mantener la fuerza suficiente para seguir siendo optimista y haciendo todo lo posible, desde mi humilde posición humana, por dar la vuelta a tanta injusticia y desigualdad.
Tal vez penséis que para qué tanta carta si al final acabo no pidiendo nada, ni siquiera que este año Toscano se convierta en ex alcalde. Pero entended que eso se lo tendré que pedir al pueblo, no a vosotros, y que, después de todo y a fin de cuentas, ¿qué hace un rojo republicano pidiendo cosas a tres reyes?
PD: ¿Sabéis cuál es mi sueño verdadero para este año? Éste: que la política esté cada vez más lejos de la mentira y más cerca de hacer posible la utopía.