No sé cómo enmendar ser ciudadano
cada vez que se acercan elecciones.
Que ya no me reflejo en sus sermones,
ni entiendo sus programas, de antemano.
¿De qué me serviría el acto insano
de intentar comprender sus posiciones?
¿Vería incrementar mis pretensiones
de ver mi pueblo, pueblo, no aldeano…?
El caso es que este tiempo electoral
-que se acerca griposo en su antesala-
ya se está interponiendo al calendario.
La suerte está servida en el fangal.
Ya comienza el recurso-martingala
en forma de discurso estrafalario.