Envueltos en su nube de estridencia,
de asfalto apresurado, escaparate,
de vasto y orquestado disparate,
la ciudad nos unió con su cadencia.
Hoy mis pasos —teñidos de querencia—
me han llevado al lugar donde aún late
aquel sabor a feria y chocolate;
aquel beso, tu adiós y mi inocencia…
El tiempo, si ha pasado, ha sido en vano;
su aliento no dejó huella en mi mano;
te sueño en la estación, junto aquel tren.
Y aunque tú serás brisa de otro viento,
a un tiempo que suspiro mi lamento,
yo sigo aquí, esperando, en el andén…
A todos los amores de feria que están a punto de perfumar las vidas de enamorados nazarenos.