Nacer, crecer, morir,…
Cada grano del silo
es nudo en el pabilo
—el hilo del existir—.
Así, con sutileza,
susurrando su esencia
se dicta la querencia
de la naturaleza.
Y el hombre descarrila.
Ni encaja libertades,
ni asume sus edades:
se consume y destila,
se corrompe y se niega,
se ciega, aún sin ver,
y llena de mujer
al odio con que pega.
Y ella, en la estacada;
manchada por la vida;
sangrando sus heridas;
partida, maltratada,
al aire, en un lamento
pregunta en sus adentros
“¿sin ti no soy nada…?”