(Juan 15, 26ss) Las lecturas de la misa del día de Pentecostés nos ofrecen dos caminos: el del miedo y el de la confianza. El mito de la torre de Babel nos relata el miedo de unas personas ante su futuro y ese miedo les hace buscar seguridades: “Construyamos una torre tan alta que traspase las nubes y que nos ponga a salvo de cualquier diluvio que venga”. Algo sensato aparentemente. Pero pónganse en la piel de un albañil de aquellos tiempos, e imagínense subidos a los andamios que entonces se utilizaban. Un proyecto de esas características iba a costar muchísimas vidas humanas –como las mismas pirámides que aquellas criaturas se habían visto obligadas a construir.
Cuando los proyectos humanos nacen del miedo y la inseguridad siempre provocan víctimas inocentes.
La segunda lectura es una invitación a la confianza. Dios mismo nos va a sostener y nos va a proteger. La metáfora que utiliza es luminosa: el águila estabiliza y da seguridad a sus polluelos en su primer vuelo, volando bajo ellos, sin tocarlos, con la fuerza del aire que provocan su cuerpo y sus plumas; así es Dios con nosotros.
Nada de lo que hagamos nos va a dar una seguridad absoluta en nuestra vida. Vivir obsesionados por tener, por acumular, por aparentar, por ser esto o lo otro, siempre es dejar de vivir. Abre tu vida a la novedad del Espíritu. Que su viento en tu rostro te haga reconocerte y reconocer a los demás. No te encierres, no te escondas a la vida que Dios te regala. Vida que es misión y compromiso. Vida que es amor y alegría.