Camina el nazareno por su tramo.
Su imagen se ha dormido en las infancias.
Camina abriendo paso a las fragancias
que dan luces de olor —suave marchamo—
a aquel paso de Cristo, fiel reclamo
que asume entre costeros las instancias
de todo el que le reza en las estancias
del alma, donde habita el ser humano.
Camina el nazareno, vista al frente;
dejando tras de sí, siglos de historia
alumbrando su cirio al devenir.
Todo es nuevo y ya nada es diferente;
su paso va engañando a la memoria;
escaso el alumbrar, grande el sentir…