Una de las mejores cosas que se puede hacer cuando se vive en la capital sueca, es marcharse. Y es que la ciudad tiene a las afueras un archipiélago gigantesco con unas 24.000 islas, accesibles a una hora más o menos en barco. No se trata de islas con arena, sino de islotes formados por piedra, rocas y mucha vegetación. Las islas más grandes están habitadas en verano, ya que mucha gente suele pasar el periodo estival o los fines de semana en sus casitas de madera construidas en una de ellas, o bien pasan el día y vuelven por la noche. Las más pequeñas no están habitadas y muchas veces unicamente se pueden acceder con barco o lancha privada. No sólo la gente de Estocolmo frecuenta las islas, sino que el archipiélago es una atracción regional enorme para quienes visitan la ciudad. El turismo aunque muy elevado apenas se nota ya que hay miles y miles de islas, con lo cual hay mucha posibilidad de elección. El lado oscuro del archipiélago es el alto precio que cuesta ir en una de esas excursiones en barco, con lo cual casi es mejor reservar un crucero para Helsinki o una de las capitales de los países Bálticos y de paso ver el archipiélago al tener que atravesarlo.
Algo que me llama especialmente la atención, es lo que los suecos llaman el “Allemansrätten”, que traducido al castellano significa “derecho de todos”. Este derecho consuetudinario significa que todos pueden disfrutar de la naturaleza. Todos pueden moverse libremente por bosques, campos y playas, recoger bayas y setas, bañarse, pernoctar, pescar o amarrar un barco por dar unos cuantos ejemplos. Esto es posible con la condición de no cometer destrozos, no ensuciar y respetar el entorno. Las únicas zonas naturales privadas son las contiguas a las viviendas y las casas de campo así como las tierras cultivadas.
El amor a la naturaleza es enorme en este país, ya que el pueblo sueco ha sido fundamentalmente agrario hasta hace un siglo. Además, la mitad del país es bosque y si a ello se le suman montañas, lagos y campos y lo poco poblado que está con respecto a su tamaño, se deduce que cada sueco tiene a su “disposición” nada menos que una media de 50.000 m² de territorio. Todo esto explica la pasión y la devoción de los suecos por su naturaleza…