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(Marcos 6,1-6) NUESTRA CONDICIÓN humana es de debilidad. Débiles y necesitados de los demás nacemos; en debilidad morimos, anhelando una mano amiga a la que asirnos; en medio de estos extremos errores, ofuscaciones, enfermedades… En esa debilidad vamos aprendiendo a vivir en el amor, que es nuestra única y gran fortaleza.

Cada vez que egocéntricamente nos cerramos a la carne débil del otro, o nos centramos orgullosamente en nosotros mismos, nos alejamos de vivir en el amor y caemos en el pecado. El pecado es negación de Dios porque es negación de nosotros mismos y negación del amor. No te asustes de tus debilidades, porque luchando por superarlas haces digno tu amor; no reniegues de las debilidades de los demás, porque acogiéndolas vas haciendo fuerte tu amor.

Nuestros pecados son fruto muchas veces de la debilidad en la que vivimos. Por eso, no te angusties por ellos; levántate, pide perdón y sigue caminando sinceramente buscando el bien. En ese camino te encontrarás siempre con Jesucristo, que quiso nacer hijo de una aldeana y de un trabajador sencillo, que quiso vivir pobremente, que murió en un patíbulo, para que ante Él nadie tuviera que fingir ni impostar dignidades, ni fortalezas.

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El Hijo de Dios, haciéndose débil y viviendo en el amor, nos muestra el verdadero camino de la dignidad humana.

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