Paseo por los bajos fondos del hombre de la mano de Tenesse Williams

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    tomás gayoTomás Gayo lleva a escena una correcta versión de La noche de la Iguana

    El sello Tenesse Williams quedó palpable, sin lugar a dudas, en el montaje que la compañía Tomás Gayo Producciones llevó a escena el pasado sábado en el teatro municipal. Se representaba una de los montajes menos representados, valga la redundancia, del dramaturgo de Mississippi, La noche de la Iguana. Una obra intensa que trata sobre las carencias de una serie de personajes que se debaten, con un humor punzante, por buscar un acomodo en la extraña tormenta que son los seres humanos.

    La historia transcurre en un hotel, Cabo Verde, en México, donde aparece Lawrence Shannon, “ministro de Dios en vacaciones”, un reverendo retirado de su cargo “por fornicación y sacrilegio”,  que se dedica a trabajar como guía turístico en excursiones por el país. Shannon, mujeriego irredomable, se ve envuelto en una turbulenta historia con una de las excursionistas, una joven menor de edad, que le traerá algún que otro problema, así como un punto de inflexión en su vida. En esta situación de debate interior, encuentra la ayuda de Maxine, encargada del hotel que acaba de quedarse viuda, y de Hannah Jelkes, pintora a cargo de su abuelo, Nonno, un longevo poeta en busca de su última creación, que se convertirá en su principal bastón de apoyo.

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    Gayo ha sabido captar la esencia de Tenesse William con una escenografía que, en ocasiones, recordaba a la del conocido montaje Un tranvía llamado deseo. Además, sobre las tablas del municipal no cabía la menor duda de que los personajes eran obra y gracia de Williams, unos seres cargados de matices y emociones, con afán destructivo y ansia sexual, correctamente interpretados por el elenco de actores. Destacó la envolvente interpretación de Ana Marzoa, como la señorita Jelkes, e incluso las tiernas aportaciones de Juan Antonio Quintana, el viejo poeta, que se llevó los aplausos más cariñosos de la noche. El resto de actores del elenco pasaron más desapercibidos que las interpretaciones de los descamisados mozos del hotel.

    La única pega de la obra, además de que en ocasiones la trama resultaba muy lenta y aportaba poco, fue la falta de proyección de las voces de los actores sobre el patio de butaca, que provocaron que la audición de los diálogos fuera algo complicada.

     

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