Son muchas las causas por las que un niño puede abandonar sus entrenamientos de fútbol: castigos de los padres, no gustarle este deporte lo suficiente, nulo espíritu de sacrificio, videoconsolas, Internet y un largo etcétera. Lo que nunca debe ser una causa de abandono es un entrenamiento mal planificado, nada atractivo, rutinario. Para mortificarse, hay otras facetas en la vida. Los chavales deben pasarlo bien al tiempo que se preparan para la competición, porque no olvidemos que es su deporte favorito.
La rutina de dar un número de vueltas al campo y después un partidillo, como una sesión puntual de entrenamiento, no está mal, pero si lo hacemos todos los días, empobrecemos la formación de los chavales.
Cuando se planifica una sesión de entrenamiento, los chavales perciben un compromiso y un conocimiento por parte del entrenador. Lo primero es establecer los objetivos de la sesión, que irán variando a lo largo de la temporada, y en función de éstos, diseñar los ejercicios que nos va a permitir llegar a estos objetivos. Si dejamos al azar la formación de los jugadores con la teoría de vueltas al campo y partidillo, tendremos un equipo, a nivel táctico, muy pobre.