Especial III Aniversario
Más que una ciudad, Xaouen tiene aires de pueblecito. La plaza central aglutina un montón de restaurantes en los que, antes que en francés, las cartas están expuestas en español, y es que el español se escucha a menudo por las calles; no en vano muchos compatriotas tienen casas en el centro de la ciudad.
Mohammed, un chaval que nos quiere hacer de guía, nos comenta sus habilidades con los idiomas"¡Yo sé inglés, español, alemán, portugués, italiano, francés y árabe!", exclama. Y no los había estudiado nunca. Aprendía a fuerza de hablar con los turistas. A base de hospitalidad.
.
Lo ideal es estar todo el día en esta encantadora ciudad. Hay miles de turistas que acuden solo durante varias horas, ven las tres calles más importantes, compran, comen y se van.
Xaouen es para pasear, observar, sin prisas, impregnarte de su olor, escuchar al muecín desde las mezquitas, mezclarte con ellos, hablar y perderte por rincones del Xaouen no turístico.
La entrada al corazón de Xaouen, es decir a su medina, se hace desde una de las siete puertas que rodean a la ciudad.
La puerta de Bab el Ayn es una de las principales. Desde allí recorremos la empinada calle Lalla Horra y Sharia As-Saida para llegar a la deliciosa plaza de Outa el Hammam, adoquinada, dominada por las rojas murallas de la kasbah, que con sus torres rojas y almenadas dio origen a la ciudad. Uta Al Hamam es la plaza principal, y su centro neurálgico, llena de pequeños cafés, restaurantes, y terrazas, un lugar muy agradable para observar mientras tomas un té a la menta.
En esta plaza se encuentra la Gran Mezquita, que destaca por la forma octogonal de su minarete, y junto a él un caravansarai.
Es la hora de comer. Alí, un habilidoso camarero, relación pública y comercial nos atrae hacia su restaurante, ubicado en la plaza Uta Al Hamah.
Bueno, barato, limpio, así nos lo vende.
Merece la pena, cinco euros menú, comida marroquí, donde no puede faltar el cuscús con pollo.
Xaouen es el paraíso del hachís, hay muchas plantaciones por las montañas del Rif. Según estamos comiendo, aparece el vendedor de hierba y nos ofrece, junto a otros clientes. Con un castellano fluido, se sonríe y nos dice.
-Vendedor (protagonista del película Bajarse al moro). A vosotros no os voy a ofrecer hierba, no tenéis cara de eso, parecéis buenas personas, os voy a vender alfombras y tapices.
Si se sigue la calle principal hasta el fondo de la ciudad, a través de esta misma plaza y más allá de la infinidad de pequeñas tiendas que dan directamente a la empinada calle adoquinada, saldremos de la medina por la puerta Bab Al-Ansar y llegaremos al lugar bajo las montañas en que una cascada se precipita en el río, la fuente Ras El-Ma . Aquí las mujeres lavan la ropa e incluso la lana de las ovejas y los niños, cuando el tiempo acompaña, se dan refrescantes chapuzones.
La tarde empieza a caer, el sol muere tras las montañas y nosotros aquí, en esta agradable terraza, saboreamos nuestro té a la menta y contemplamos estas montañas, las montañas del Rif.
A la mañana siguiente, el plan era ir a realizar una ruta a pie por el Parque Nacional de Talassemtane, una espectacular cadena montañosa que muere en las playas del Mediterráneo.
Concretamente queríamos visitar el puente de Ala, un cañón formado en el cauce de un río, con paredes verticales.
A Pepe (recordad el de hotel Guernika) le preguntamos cuánto nos llevaría un taxi para realizar la ruta por el Parque Nacional y después que nos llevara a Tánger. Él nos recomendó a Abdul, un buen hombre, tranquilo y buen padre. 700 dirham (unos 65 euros). Hecho. A las siete de la mañana nos recogería en la puerta del hotel.
Desde Xaouen hasta el Parque son unos 30 kilómetros. Nos acompañó hasta el mismo inicio del sendero y allí empezamos a subir. Una hora y media hasta llegar al puente de Ala, y unos 300 metros de desnivel. Bonitas vistas durante todo el recorrido.
Ya a la vuelta queríamos parar en algún bar de carretera (no turístico) y tomar un desayuno marroquí. Así fue y así lo hicimos: dos huevos fritos, queso de cabra y algunas olivas. Mientras, frente a nuestros ojos, el transitar de algunas mujeres ataviadas con ropas de la zona, hacían de éste un desayuno perfecto.
En total, 110 dirham (algo menos de dos euros por persona).
Con mucha pena, el tiempo se agota, y debemos volver. A las 13:00 horas, las 15:00 en España, cogemos el ferry desde Tánger hasta Tarifa y desde aquí el autobús a Sevilla, que nos salía a las 17:00 horas.
Mientas escribo estas líneas, pienso en otras rutas por este espectacular y mágico país. Volveré. •