Te pusieron al final
del salón en aquella fiesta …
Te conocen por discreta
por ser entremés mundano
y no encajar con el rancio
abolengo de unas setas,
de un suflé o un buen jamón;
más con toda discreción
estás en la mesa camilla
junto a la humilde tortilla
en lo oscuro de un rincón.
Y te miran, chismorrean,
las gambas que desde el centro
del gran salón comedor,
se rodean de cabrales,
buen morcón y buena caña
admirando a las gordales
que os pusieron al ladito:
¿es delito, o no es delito
que además de estar tan lejos
de abolengo y opulencia
os arrimen las gordales
que sobraron de otra fiesta?
Más de pronto, cuando todo
parecía encaminado
a ser de nuevo olvidadas,
irrumpió por fin la mano
en el plato de patatas
Era una mano pequeña:
la de un niño de la fiesta
que sorteando cigalas,
caviar, patés, langostinos,
gambas, ostras y gambones,
quiso escoger la ondulada
entre tan finos sabores.
Y sonríe una patata
caída sobre un mantel
pues curiosamente aquel
que el tubérculo escogiera,
era el niño de una fiesta
que está para recordar,
a otro niño que naciera
pobre y frío, en un portal…